El jueves por la mañana tuve una reacción impropia del cholista irredento que soy: me emocioné al ver la ciudad engalanada para el Congreso de la Lengua. La valla del muelle llena de citas literarias, banderolas en las paredes, palabras en los balcones, carteles en los comercios, colegios llenos de palabras pintadas por los niños, medios de comunicación con programación especial. Un trayecto de tres años que empezó con un humilde artículo en esta misma sección, siguió con el apoyo de la Asociación de la Prensa, que luego convocó a entidades ciudadanas y después a escritores, un viaje a Madrid para preguntar en el Cervantes, el apoyo entusiasta del alcalde y la concejal de Cultura, las décimas leídas en el salón de plenos, la labor incesante del Ayuntamiento, el apoyo bajo cuerda de algunos buenos gaditanos... Todo ello desembocó a finales de diciembre en el nombramiento de la ciudad de Cádiz como sede del IX Congreso, dos años antes de lo esperado. Y la ciudad se ha volcado: La Zona Franca, la Autoridad Portuaria, la UCA, Cajasol, el Colegio de Médicos, el Cádiz Club de Fútbol, el Ateneo, la Fundación Ory, la Diputación, la Junta de Andalucía, la Confederación de Empresarios, colegios e institutos públicos y concertados, entidades y asociaciones de todo tipo, un reguero de gente que quería recoger una lona o un cartel para ponerlo en su casa. Conferencias y exposiciones comenzaron en Tetuán, siguieron en Tánger, luego Túnez y dentro de unas semanas llegarán a Miami. El lunes recibiremos a cientos de escritores y académicos, junto con las más altas representaciones del Estado. Cádiz será la capital de 600 millones de hispanohablantes del mundo residentes en cuatro continentes. Un orgullo a la altura de la ciudad, continuidad del Bicentenario que lo era a su vez de la historia gloriosa de Cádiz. Esperemos que los trabajos y espectáculos de estos días sirvan también para que los gaditanos mejoremos el uso de nuestro idioma, la lengua con la que nos entendemos tanta gente, la segunda con mayor número de hablantes nativos del mundo. Esperemos también que cuando se disipe el humo de los actos seamos capaces de poner en marcha alguna estructura permanente que recuerde nuestros vínculos con el español, con América y con quienes comparten idioma con nosotros, para mantener encendida la llama de la cultura, de la palabra como intercambio de ideas. Muchos gaditanos se han centrado en las palabras propias del habla local, cosa divertida que hará sonreír a quienes nos van a visitar, que volverán a sus países llenos de casapuerta, sieso, jartible, aguatapá y bastinazo. Y lo que es más importante, hemos dado una lección de organización.