Puede que a alguien le haya hecho algo de gracia el acto vandálico sufrido estos días en un belén de Jerez. No le veo la gracia. La intención no ha sido ni robar ni dañar nada sino que el objetivo del gracioso fue ridiculizar el belén y a los que con esmero y, seguro que con cariño, le dedicaron tiempo y esfuerzo a montarlo. Independientemente de los convencimientos morales o religiosos que uno profese, debería estar por encima de todo el respeto a los demás, ya sean practicantes o no, o creyentes o no. Nadie admitiría allí en Jerez que alguien se sonara los mocos con el escudo del equipo local, o que alguien critique la feria de Jerez. Es sólo cuestión de respeto y basta con un miligramo de empatía para, te guste o no eso de los belenes o creas en Dios o no, ponerse en el pellejo del que sí cree y del que sí reza al acostarse o busca a Dios como el que realmente busca a un amigo. Es difícil convivir sin que nos respetemos. Todo lo demás será un chiste.

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