Narcotráfico en Cádiz: Hachís a precio de costo
Sucesos
La gran producción de cannabis en Marruecos está provocando que clanes sanluqueños estén ofertando alijos por 60 euros el kilo, la mitad de lo que habitualmente piden en el Campo de Gibraltar
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Narcotráfico: Los amos del Estrecho
En Cádiz un gramo de costo cuesta cinco pavos. En los madriles, siete. En Euskadi, nueve. En Noruega, con el frío que hace en Noruega, 23 euros. O sea, a los vikingos les cuesta colocarse casi cinco veces más que a los viñeros. Maldito Odín. Conforme se pasan paralelos terrestres, cuanto más te acercas al ártico, a sus osos polares y a sus auroras boreales con colores de absenta, más sube el precio del cáñamo marroquí. El 80% del hachís que se consume en Europa entra por las costas españolas, un viaje que arranca en el país vecino y que puede acabar en algún bareto de un barrio pijo de Oslo.
Según la información oficial suministrada por el propio Ejecutivo marroquí, la superficie destinada al cultivo del cannabis ilegal pasó de 134.000 hectáreas en 2003 a 29.557 en 2023, un 77% menos. Cuando leen estos informes, los servicios antidroga nacionales se parten de la risa. Entre otras cosas porque los españoles, que de esto del hachís saben un rato, ven con sus propios ojos como la desembocadura del Guadalquivir se ha convertido en una auténtica autopista por donde entran miles de fardos hacia el continente europeo. De hecho, Marruecos está produciendo tanto hachís que hay distribuidores que están tirando los precios. Es decir, los clanes que operan a este lado del Estrecho, que, no lo olvidemos, no son sino meros transportistas de la materia prima, empiezan a competir por llevar la preciada carga. La jodida ley de la oferta y la demanda en versión narco.
Marruecos, el mayor productor de hachís del mundo
Marruecos es, con creces, el mayor productor de hachís del mundo. Fuentes bien informadas de la Guardia Civil calculan que en la provincia de Cádiz operan en torno a 25 clanes autóctonos, organizaciones criminales que, aunque actúan en todas las provincias de Andalucía, lo hacen con más incidencia en el litoral gaditano, de los caños y salinas de San Fernando, a Chiclana de la Frontera, de Cádiz a las playas de La Janda, el Campo de Gibraltar o Sanlúcar de Barrameda.
Las mafias que controlan el tráfico de hachís en Marruecos se aprovechan de la corrupción que existe en el país vecino para continuar con el negocio. Al otro lado del Estrecho se unta a todo quisque. Desde el gendarme que hace la vista gorda en la playa donde se cargan las narcolanchas que cruzan el Estrecho a 65 nudos hasta el fulano que vigila en la pensión de mala muerte de Tánger en la que duermen sus tripulantes.
La realidad es que no ha habido una reducción tan drástica de la producción de hachís como se argumenta oficialmente en Marruecos. Tánger, una ciudad multicultural y cada vez más occidentalizada, se ha convertido es una especie de centro logístico donde mafias de toda Europa viajan a comprar droga a los clanes marroquíes: holandeses, italianos, franceses, británicos, serbios, escandinavos... Los intermediarios son ciudadanos respetables, dueños de teterías y comercios donde se sellan acuerdos millonarios. Los marroquíes ponen el material y los españoles el transporte en una simbiosis perfecta que llevaba inalterable desde hace décadas. Hasta ahora.
Porque hace unos años que el negocio ha cambiado. Son ellos quienes marcan las reglas de un juego que se ha convertido en muy peligroso y en el que no se duda en derramar sangre si es necesario para defender un alijo. Marruecos manda y España obedece. La droga es suya, y lo que hacen los grandes señores del hachís es pagar un precio por kilo para que recorran a toda leche esos 14 kilómetros que separan África de una Europa donde muchos de sus ciudadanos se mueren por un buen canuto.
En Cádiz se está produciendo un fenómeno hasta ahora desconocido: la competencia entre clanes. Los narcos de Sanlúcar están tirando los precios y están tocando las narices a los de La Línea de la Concepción. Actualmente, un kilo de hachís cuesta en Marruecos , de media, unos 700 euros. El de peor calidad se paga a 500; el mejor, más cercano a Ketama, ahora denominada Issaguem, en la cordillera del Rif, puede alcanzar los mil euros. Una vez que cruza el Estrecho dobla su precio y se sitúa en 2.000 euros el kilo. Y conforme va atravesando fronteras va aumentando su valor. Hasta que llega a Noruega y un porro vale como una botella de Johnny Walker Black. Cosas de la geografía.
El Sur de España y la entrada de droga a Europa
De cada 100 kilos que llegan cada año a suelo comunitario, 72 lo hacen a través de las costas andaluzas, sobre todo por Cádiz, Málaga y Huelva, las zonas más calientes. Un alijo de 3.000 kilos desembarcado en aguas gaditanas cuesta 6 millones de euros. En 2021, el año más prolífico para el OCON Sur, en España se decomisaron 676.182 kilos de hachís, o, lo que es lo mismo, 1.352 millones de euros. Sólo la venta de armas logra mejores dividendos en el mundo que el narcotráfico.
La cuestión es que para el transporte de hachís hasta España también hay unas tarifas fijas. O al menos así era hasta hace relativamente poco tiempo. Pero Marruecos, por más que fuentes oficiales aseguren que ha eliminado plantaciones y que actualmente se está apaleando menos resina de hachís en esos atardeceres rifeños, está produciendo tanta droga que por el Guadalquivir está entrando, en palabras de quienes vigilan el asunto, “lo más grande”. Lo más grande es más que nunca.
Para que se hagan una idea, según guardia civiles con muchos trienios a sus espaldas, normalmente los clanes del Campo de Gibraltar que se dedican al hachís cobran 120 euros por cada kilo que cruza el Estrecho. Pues bien, en Sanlúcar están ofreciendo hacerlo por 60 euros kilo y regalando, de paso, el servicio de petaqueo para suministrar combustible a las narcolanchas que aguardan órdenes en el mar. Es el lado salvaje de la ley de la oferta y la demanda.
Algunos narcos sanluqueños muy conocidos por la Guardia Civil y la Policía han decidido que ante tanta droga no hay nada mejor que fijar precios competitivos. Familias históricas asentadas en la Colonia Monte Algaida, con toda una legión de miembros, están dispuestas a lo que sea para meter cada vez más hachís por el Guadalquivir. Otro de los hechos reveladores que están observando los agentes antidroga, es que los fardos son más grandes. “Si toda la vida se apilaban tabletas de chocolate hasta alcanzar los 30 kilos, ahora se ha dado un paso más y los fardos pesan 40 kilos”. Con esto se consigue optimizar cada viaje y obtener una mayor rentabilidad todavía.
Otro problema añadido al combate contra las drogas en el Estrecho es que clanes gallegos se han lanzado a construir narcolanchas para transportar hachís, coca e inmigrantes hasta las costas del Sur de España. Su precio puede alcanzar los 200.000 euros. Disponen de los moldes de las embarcaciones, que se dividen en la proa, la popa y la parte central, y no dudan en ofrecerlas al mejor postor. Un negocio ilegal que necesita de más inversión para poder frenarlo.
La presión del Plan Gibraltar y sus efectos
Desde que en 2018 el Gobierno socialista puso en marcha el Plan Especial de Seguridad del Campo de Gibraltar los resultados se han notado durante años. Han caído organizaciones históricas y se han incautado muchas toneladas de hachís. La presión policial hizo que los clanes extendieran sus tentáculos y diversificaran sus alijos de Huelva a Almería. No obstante, en los últimos tiempos se está viendo como es el Guadalquivir el lugar que ha vuelto a situarse como el epicentro del narcotráfico de hachís en la provincia de Cádiz. Algunas narcolanchas llegan hasta La Algaba para poder facilitar el transporte por carretera. Y parar una goma es difícil.
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