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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El odio: un fracaso de Francia

El pillaje y los antisistema han aprovechado el odio crecido en la marginación de las periferias urbanas

El 11 de abril de 1993 titulaba El País: “El nuevo Gobierno francés teme un estallido de violencia racial tras la muerte de tres inmigrantes”. Uno de ellos era el joven Makomé M’Bowolé. En la madrugada del 6 de abril de 1993 fue detenido junto a dos amigos tras robar varios cartones de tabaco de una camioneta. Trasladados a comisaría, dos fueron liberados y M’Bowlé quedó detenido. Esperando obtener una confesión completa el inspector Pascal Compain le amenazó poniéndole una pistola en la sien que, según su declaración posterior, creía descargada. No lo estaba y el joven murió de un disparo a quemarropa. Al unirse a los otros abusos policiales con el resultado de muertes, dos de ellas en comisaría, y siendo las tres víctimas inmigrantes, el caso tuvo un gran eco mediático. Sobre todo al conocerse las declaraciones de los testigos presenciales que afirmaron que amenazar con armas de fuego descargadas era una práctica habitual en los interrogatorios. Siguieron tres días de protestas y desórdenes públicos. Tres años después se celebró el juicio y el inspector Compain fue condenado a ocho años de prisión, la pena más grave impuesta hasta entonces a un policía, aunque en principio se pedían 30 años por homicidio voluntario.

Dos años después de los hechos y uno antes del juicio, en 1995, Mathieu Kassovitz dirigió una película inspirada en el caso en la que abordaba la cuestión, ya entonces gravísima, de la marginación, la discriminación y el paro en las periferias urbanas, y de la violencia represiva policial y la violencia contestataria de los jóvenes que mal viven allí sin perspectiva de futuro. Tituló su película La haine (el odio). 28 años después todo ha ido a peor: la muerte en un control, también de un disparo en la cabeza, de Nahel, un joven de origen argelino, ha provocado los gravísimos disturbios de estos días –los peores desde los de 2005, tras la muerte de dos adolescentes– en los que se confunden la protesta, el pillaje y la guerrilla urbana antisistema.

El odio se dirige ahora contra Francia, contra la República, contra sus valores, evidenciando el trágico fracaso de las políticas tanto de inmigración, inserción y educación integradora (muchos de los detenidos son menores franceses hijos y nietos de inmigrantes) como de normalización de los gigantescos guetos de las periferias.

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