Qué mentira

Los delitos de una inmigración descontrolada perjudican a los partidos que niegan que exista un problema

Muchos admirados colegas están denunciando la bajeza moral de otros colegas menos admirados. La de aquellos que, ante un espantoso atentado contra la vida de unos niños inocentes en Francia, dijeron enseguida que cuidado con esas noticias que dan alas a la ultraderecha.

Cabe sumar el intento de silenciar el debate público y controlar qué información se deja a disposición del pueblo y cuál es mejor hurtarnos, por nuestro bien, o, mejor dicho, por el del sistema. La cosa es burda: cuando el asesino parecía musulmán (sirio sí es), se retiraban las imágenes, pero, cuando parece que enseña una borrosa cruz, las imágenes circulan libremente. El intento de dosificarnos cuánta realidad podemos soportar y en qué sentido resulta uno de los temas subterráneos más inquietantes de nuestro tiempo.

Como todo esto lo denuncian muy bien mis compañeros y colegas, quiero añadir un matiz que quizá está pasando desapercibido. Esto, además de inmoral e intervencionista, es mentira. Dan un pequeño salto demagógico. No es verdad que ningún atentado realizado por un inmigrante beneficie a la ultraderecha, como la llaman. Para ser precisos, perjudica a los partidos que niegan que exista un problema con la inmigración ilegal y con la indiscriminada.

¿Y no es lo mismo? No. Porque es una manera de engañar a los ciudadanos de izquierda y a los de centro moderado. No se les deja ver que no habría ningún inconveniente ideológico ni jurídico en que sus partidos también defendiesen el cumplimiento de las leyes de inmigración como defienden el de las leyes tributarias, el control de las fronteras como nos controlan la velocidad en las autopistas y la racionalización de los flujos de personas como revisan nuestra memoria histórica. De hecho, son las clases trabajadoras las que más padecen la avalancha migratoria en sus trabajos y en sus barrios; y las grandes empresas las que se aprovechan de tanta mano de obra barata. La teórica izquierda tendría aquí bastante campo para poner manos a la obra.

Obsérvense con cuidado los movimientos de estos trileros mediáticos. Aprovechan los atentados terribles y la inseguridad constante para, con un sutil juego de manos, demonizar, no a los partidos conservadores, sino a cualquier política que suponga encarar este problema. La inmoralidad, el intervencionismo de la información y el señalamiento político se hacen –se mienten– para defender una letal pasividad europea.

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