Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Los límites de la libertad

La libertad existe para los que expresan opiniones a contra corriente, criterios minoritarios, comentarios desagradables

En la fachada del edificio de la BBC hay una frase clarividente de George Orwell : "Si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír". Por no repetir lo que escribió Luis María Anson: "O se está con la libertad de expresión o se está contra la libertad de expresión", dicho por una persona muy conservadora contra el cierre del diario Egunkaria. Viene a cuento porque el Tribunal Constitucional ha concedido el amparo a César Strawbery, cantante y compositor de Def Con Dos, por unos comentarios sumamente desagradables publicados en twitter. Lo mismo podríamos decir de Willy Toledo: debería poder blasfemar lo que quiera sin que nadie le demande ni le procese. No se debe admitir que alguien quiera limitar el derecho a expresar algo desagradable o a escarnecer cualquier religión, la católica o la musulmana, tanto da. De la misma manera me parece fuera de lugar que se pretenda criminalizar los elogios al franquismo. Está fuera de toda duda que el franquismo fue una calamidad, un régimen sanguinario y opresor que mandó a la cárcel y mató a centenares de miles de españoles que se mantuvieron fieles al Gobierno legítimo de la República. Eso no impide que haya quien quiera mostrarle su apoyo sin sufrir el riesgo de ir a la cárcel. Ya digo: la libertad existe para aquellos que expresan opiniones a contra corriente, criterios minoritarios, comentarios desagradables. Por supuesto la libertad de expresión no es un mar sin orillas: el límite debe ser la promoción de la violencia o el respeto a la intimidad y la propia imagen tal y como establecen las leyes. Legislar para que la gente no pueda opinar aquello que nos disgusta tiene el mismo sesgo totalitario y sectario de quien quiere quitar bustos de escritores que no les gustan. De camino podrán quitarle el nombre a la Avenida Juan Carlos I, rey que juró los principios del movimiento, o a la Biblioteca Adolfo Suárez, presidente del Gobierno de España que antes de ayudar a que llegara la democracia fue un jerarca del franquismo. Esa visión miope de la libertad es preocupante. Quienes quieren meter en la cárcel a actores, cantantes y titiriteros son los mismos que se ofenden porque les quieran impedir muestras de apoyo a Franco. Y viceversa: quienes se rasgan las vestiduras ante el atropello a la libertad de los artistas quieren impedir que otros den sus opiniones. Unos y otros no pueden imponer sus puntos de vista, por muchos votos que hayan tenido.

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