Menos mal que a Miguel de Cervantes le dio por publicar en el siglo XVII las dos partes de su Quijote. Sobre todo la segunda parte, lo que vendría a ser, en lenguaje actual y televisivo, la segunda temporada de su admirable historia del ingenioso hidalgo que se creía caballero y de su fiel escudero que se veía a sí mismo como futuro regidor de una ínsula inexistente. Y menos mal que fue en aquel siglo y no en el actual, porque al escritor le hubieran llovido críticas de todos los colores por haber finalizado su historia con la muerte del protagonista. Cervantes hubiera sido vilipendiado en las redes, se hubieran recogido firmas en contra de su desenlace y se hubieran alzado voces en favor del apócrifo texto de Avellaneda para proclamarlo genuino Quijote. Así son las cosas hoy, así es el espectador que, como alguien decía acertadamente en Twitter, lucha por cambiar la ficción mientras elude luchar por cambiar la realidad.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios