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La feria o la vida

La feria es, aunque desde fuera no lo parezca, la celebración de lo corriente y común

Hay un estupendo poema de Pedro Sevilla que se titula "Para José Mateos" que, además, establece una relación fundamental. La que existe entre la feria y la vida: "[…] dos hombres/ que vuelven de la feria, o de la vida,/ (que vuelven de la feria que es la vida)". Yo me lo recito en Barcelona, por donde ando mientras transcurre, lejana y, desde luego, no sola, la feria de Jerez. Soy siempre partidario de ver el vaso medio lleno, y mucho más el catavino, que se llena por la mitad como norma bellísima de contención conservadora. Pienso que, si la vida es una feria, como lo es, aquí estoy tan en la feria como en cualquier otro sitio. Arsa.

Sin embargo, la ventaja de ver el vaso medio lleno es que todavía te queda medio vaso vacío para darle aire a la plenitud. Digamos que no me pierdo la feria, pero sí me estoy perdiendo (aunque lo remediaré en unas horas), lo que, a más a más, es la feria. Su celebración de esta vida que ya es una feria. Debe de ser por eso se la acusa a veces de cierto ombliguismo.

Mientras el Carnaval es un esquinazo a la vida, o a la vida corriente, como poco; y el turismo es quitarse de en medio; la feria implica una apoteosis de lo ordinario. El mismo nombre lo canta. La feria es, según la primera acepción del DRAE, el mercado. Y para la Iglesia, a la que no se le escapa nada, será cualquiera de los días de la semana, excepto el sábado y el domingo. Que son, obsérvese, los mismos días que se prefieren evitar para ir a la feria con una sorprendente coherencia subconsciente. Los trajes, los usos, las conversaciones, los saludos, la parsimonia… inciden en el espíritu. La vida en su quintaesencia. ¡Si hasta su espacio se llama el real! Incluso la dificultad de encontrar aparcamiento es la de cada día… multiplicada por diez. Para que la felicidad de encontrarlo resulte casi infinita.

Ha sido pensarlo (mientras arrastro una maleta por el aeropuerto de Barcelona) y he visto la enorme necesidad de feria que tenemos.

Desde fuera se ve, como es lógico, lo más externo: fiesta, farolillos, faralaes, faetones, flores, flamenco, fanfarria…, y es fantástico. Dentro, la feria es un encuentro con más formalidad (incluso divertidamente forzada) con los viejos amigos de siempre. Una sublimación de lo cercano y corriente. Cuando acabe la feria volveremos a la feria que es la vida, pero sabiendo que tuvo su apoteosis y que, además, aunque a ratos se nos olvide, la merece.

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