Facua lo ha denunciado y un Consell valenciano quiere expedientar al Corte Inglés por su campaña del Día de la Madre. Lo intolerable de esa publicidad, dicen, es que la señora del anuncio es "97% entrega, 3% egoísmo, 0% quejas; 100% madre". Explican que ofende lo de la entrega como ingrediente esencial de la maternidad; y yo no sé qué madres tuvieron. Mi sospecha es que lo que les inquieta, en realidad, es el 0% de quejas. En una cultura de los ofendidos, como la nuestra, eso se ve como un ataque a los cimientos movedizos del sistema. Un acto subversivo, una rebeldía que ríete tú de La Vendée.

El expediente es alucinante, aunque me preocuparía mucho más si esa publicidad no tuviese buena acogida en el mercado. Parece que la tendría y que, por eso, hay que reprimir con denuncias feministas, delaciones distópicas y sanciones administrativas lo que la sociedad, por sí misma, ve natural y atractivo.

Aprovechando esta tranquilidad de fondo, me monto (con un 3% de egoísmo) mi película. Pongámonos en un futuro cercano en que ha triunfado este intervencionismo políticamente correcto. Allí un hombre, para entregarse 100% a su mujer, tendría que buscar las esquinas más oscuras y los hoteles más anónimos, porque el matrimonio se vería como una ofensa heteroconyugal inaceptable. Para despistar al Gran Hermano y a las fuerzas del orden (nuevo), conchabarían matrimonios civiles con otros para poder tener aventuras extramatriMoniales (aplaudidas y subvencionadas) con sus mujeres (secretamente legítimas). Suena muy extravagante, sí, pero en Suecia ya hay una sección de la policía especializada en detectar divorcios falsos entre casados que se siguen amando tiernamente, pero que han de acogerse a las ventajas públicas que el Estado regala a las familias rotas.

Tiene pinta de ir a más. Madres que para poder ejercer su 97% de entrega, tendrían que entregar a sus niños con nombre falso a la guardería, donde trabajarían como correctas asalariadas paritarias. Padres que no tendrían más remedio que poner el reguetón a tope para musitarles al oído Caperucita Roja a sus niñas y La pimpinela escarlata a sus adolescentes como en una escena de La vida de los otros.

Increíble; pero posible según las últimas noticias. Con mi 3% de egoísmo me regodeo en la aventura novelesca que nos espera a los de la resistencia. Que se preparen los censores de lo políticamente correcto. ¡A ver si nos pillan!

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