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Con independencia de las preferencias personales, hasta dejando a un lado la conveniencia de un sistema de conciertos en un contexto de pirámide poblacional invertida, lo mínimo que se le debe pedir a los servidores públicos es que se preocupen por la limpieza de las reglas del juego. Normas que, en vistas de los acontecimientos de esta semana, se andan saltando como colegiales traviesos. Pero esto no es una chiquillida, un poco de seriedad, un poco de educación. Años escuchando hablar de la libertad de elección de las familias como argumento en defensa de la escuela concertada y resulta que, como en los juegos de feria, el truco ya andaba incorporado. Descubierta la treta, media sonrisa y ni una respuesta a la altura, ni siquiera con un mínimo sentido llegándose hasta a confundir educación con programa lectivo. No, no es lo mismo la educación pública y la concertada. Y, ¡sorpresa!, hay familias que prefieren la pública.
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