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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Del desierto a la gloria

A falta de realidades más tangibles, Moreno proclama una especie de felicidad difusa por el hecho de ser andaluz

Por estos días se cumplen diez años desde que Juanma Moreno fuera parachutado desde la calle Génova de Madrid por la entonces poderosa Soraya Sáenz de Santamaría y cayera en medio de un PP andaluz que se destrozaba en una de sus muchas convulsiones internas. Conviene recordar como estaban entonces las huestes de Javier Arenas porque ahí está la explicación de mucho de lo que ha pasado después. Arenas había perdido, ganándolas, las elecciones de 2012 y desesperado ya de llegar al Palacio de San Telmo dio un portazo y emprendió la huida. Su sucesor fue un Juan Ignacio Zoido al que la vida de partido le causaba un tedio infinito. Dedicó su tiempo, no mucho la verdad, a empeorar la situación y maniobrar para que el advenimiento de Juanma no se produjera. Él quería colocar a uno de sus escasos partidarios: el hoy alcalde de Sevilla José Luis Sanz. Las vueltas que da la vida...

En Sevilla, Moreno encontró hostilidad por todos lados. Las perspectivas de llegar algún día a la Presidencia de la Junta eran escasas, por decirlo con suavidad, y sabía que le esperaba la travesía de un desierto al que no se le veía fin. Con una paciencia digna del Santo Job el por entonces joven político, cuya carrera siempre había estado alejada de Andalucía, decidió esperar que llegaran tiempos mejores. Y cuando menos se lo esperaba, ni él ni nadie, esos tiempos llegaron. En 2018, con el peor resultado de la historia del PP, una carambola y la bisoñez de Vox lo colocaron donde ya daba por imposible llegar.

Algo haría bien para cuatro años después conseguir una mayoría absoluta y dejar destrozada sine die a la federación más poderosa del PSOE. Entre lo que mejor supo hacer estuvo el dedicar tiempo y talento a cultivarse una imagen de presidente moderado y transversal que no producía rechazo. La jugada, que desarrolló a tope en tiempos de pandemia, no pudo salirle mejor.

Instalado en la mayoría absoluta, subido a la cresta de la ola y convertido en un permanente candidato a grandes empeños en la política nacional, está dedicando estos tiempos de gloria a conformar una especie de andalucismo blando, cuya encarnación es él mismo. Se trata de proclamar una especie de felicidad difusa por el mero hecho de vivir en esa tierra. A falta de realidades más tangibles, o de una gestión que la respalde, no se puede decir que esa lluvia fina no esté consiguiendo sus objetivos. Entre ellos, también, el de no volver a atravesar nunca un desierto. Sabe lo mal que se pasa.

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