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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La anomalía andaluza

El nacionalismo andaluz que aflora en la Transición se había fraguado en los últimos años del franquismo

En el guion de la Transición, si es que se puede hablar de tal cosa, no estaba escrito un desarrollo de las autonomías como el que finalmente se produjo. Lo previsto era recuperar el sentimiento nacionalista que se había consolidado durante la República en Cataluña, País Vasco y Galicia poniéndolo al día. Para el resto, si acaso, una moderada descentralización administrativa en la que todas las decisiones importantes seguirían dependiendo de Madrid.

Quien rompió el diseño de este modelo fue Andalucía. Y no lo fue porque los partidos políticos tuvieran en sus programas de entonces, recién muerto Franco, que la región consiguiera una autonomía equiparable a las históricas. Se trató de un impulso popular que los desbordó, que tuvo como fecha simbólica de constitución el 4 de diciembre de 1977, con millones de andaluces en la calle, y su plasmación institucional en el referéndum del 28 de febrero de 1980, un fenómeno que no tiene precedentes ni parecidos en la reciente historia de España.

¿Por qué Andalucía se convierte en la anomalía que hace que el Estado de las Autonomías se configure como hoy lo conocemos? No, por cierto, porque los partidos andaluces recogieran un sentimiento presente antes de la guerra civil y que quedó sepultado por la dictadura. Ni el andalucismo irrelevante y exótico que pudo existir en aquellos años ni el legado del notario Blas Infante, cruelmente asesinado en la orgía se sangre del verano de 1936, fueron otra cosa que parte de la construcción épica de un relato posterior.

El nacionalismo andaluz que aflora con fuerza en los primeros años del cambio democrático se había fraguado en el tardofranquismo. El progreso económico y social que se produce en los sesenta había dejado de lado a Andalucía, que siguió siendo una sociedad agraria con una fuerte emigración a Cataluña y, en menor medida, a otras zonas. El sentimiento de región postergada emparenta mucho más con los movimientos de emancipación que se están produciendo entonces en África y Asia que con el nacionalismo burgués y protector de privilegios de Cataluña y el País Vasco. En esta toma de conciencia fue decisiva la publicación en 1971 de dos libros:Noticia de Andalucía, de Alfonso Carlos Comín y, sobre todo, Andalucía ¿tercer mundo?, de Antonio Burgos.

Sobre estas bases se asentó la autonomía andaluza. Todo lo que pasó después, con sus luces y sus sombras, es otra historia.

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