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La carta

Si todo ha sucedido como cuenta, es difícil encontrar una mínima justificación a su terrible calvario

Alos que la hayan leído, les habrá costado creer que sea cierta. Posiblemente habrían deseado pensar que se trata de una invención literaria y enseguida pasar página, intentando olvidar lo que cuenta. Pero no es fácil olvidarla, aunque un deliberado silencio la haya acogido, cuando menos en Andalucía, desde que se publicó en el diario El País el pasado lunes 4 de abril. Ese día, en la página 25 aparece una carta escrita y firmada por Estrella López Álvarez, una mujer de 57 años que había "recibido la eutanasia" el sábado anterior en Sevilla. Pero tanto el momento elegido para escribirla, el día en que va a morir, como el tono que trasmiten sus palabras, avalan la veracidad de lo escrito. Y si es así, debería indagarse cómo tal cadena de negligencias ha sido posible. Ya resulta sorprendente que una situación como la descrita, aparecida en periódico de tanta difusión en España y que atañe tan directamente a la imagen da la salud pública andaluza, transcurrida una semana, ningún responsable político se haya sentido obligado a reaccionar. Porque lo que esta señora había reclamado durante cuatro meses era simplemente la aplicación de una ley ya aprobada en el Congreso. Pero esa demanda legal, tras 34 años de esclerosis múltiple, fue aplazada provocándole "cuatro meses de un auténtico calvario de ensañamiento administrativo." Un proceso que Estrella López Álvarez relata y en el que se dan toda "una serie de indecisiones y una serie de demoras sólo explicables por la incompetencia y la falta de humanidad de una Administración, seguramente no ajenas a su falta de voluntad política." Muchos lectores preferirían pensar que lo narrado no ha sucedido, en 2022, en nuestra tierra. Que esa infamia no ha podido acompañar los últimos días de una mujer que eligió, en libertad, una decisión permitida por ley. Si todo ha sucedido como ella cuenta, es difícil encontrar una mínima justificación a su terrible calvario. Si algún responsable sanitario se sentía violentado en sus principios, le hubiera bastado con hacerse a un lado. Aunque quizás se ha buscado deliberadamente poner trabas o incluso castigar tal atrevimiento. Lo cual sería un indicio muy grave de afrenta y desafío a la libertad y madurez de los andaluces. La carta incluye un gravísimo "yo acuso", que convendría aclarar en todos sus aspectos. Y si no se hace y se adopta, por parte de las autoridades, un cómodo silencio, habría que advertir a los andaluces que, en según qué campos de la Administración pública, peligra seriamente el uso de la libertad y el cumplimiento de la ley.

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