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Aunque son muchas las carencias que sufre la viejita de Occidente, desde luego, si de algo puede presumir Cádiz es de sol y de playa. De playas, que son cuatro las que bordean el azulado perfil de una geografía tocada por los dioses. De arena tenemos llenos los bolsillos los gaditanos, gracias los cielos, pues quizás es su peso el que ata a la tierra nuestros cuerpos famélicos de hambre de futuro y de esperanza. La playa como antídoto contra la depresión, como remedio al mal día o como consuelo a las vacaciones que no alcanzamos a pagar si son más allá de Cortadura. Que hasta los rincones más apetecibles de la provincia se han tornado inalcanzables a la cartilla del paro. La capital ya es una playa, no necesita de más arenales artificiales para serlo. ¡Que se lo digan al turista! Cádiz es una playa, más que una playa, un chollo.
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