Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

En la más que centenaria historia del cómic moderno, cuyos precedentes, como precisan los especialistas, pueden remontarse a la Antigüedad, las aventuras del Príncipe Valiente ocupan un lugar de enorme relevancia, pero las sesudas consideraciones de los estudiosos, que han dedicado miles de páginas a la inmortal criatura de Harold Foster, importan menos que el perdurable encanto de una serie que nació en 1937 –continúa viva por obra de sus herederos– y no ha dejado de sumar lectores desde entonces, aunque en la memoria de muchos devotos nada podrá igualar la magia de los primeros episodios. No sólo porque los leímos de niños, antes de descubrir a Corto Maltés o Adèle Blanc-Sec, los personajes de Hugo Pratt y Jacques Tardi a los que todavía volvemos, aunque nos los sepamos casi literalmente de memoria, esos episodios primeros valen por una educación sentimental y tienen la virtud de retrotraernos a los días en los que todo era promesa. Se dice no sin razón que las tiras de Foster inauguraron la historieta naturalista para adultos, pero esa novedad no ha impedido que adolescentes de todas las generaciones hayan visto en el joven Val de los inicios, apenas un muchacho, con su inconfundible melena cortada a la taza, a un igual en su deseo de explorar las posibilidades del ancho mundo. Aunque el subtítulo ciñe el tiempo de la narración a “los días del rey Arturo”, datándola en los siglos V o VI d.C., o sea en el tiempo inmediatamente posterior a la caída del Imperio Romano, que en Inglaterra estuvo marcado por la invasión de los sajones, Foster introdujo toda una serie de deliciosos anacronismos que remiten a tiempos muy posteriores, los de la creación de la materia de Bretaña que convirtió a un reyezuelo semilegendario en el centro del imaginario artúrico. Ya investido como Sir Valiant, el hijo del rey de Thule ejerce la caballería andante, pero no es un héroe convencional ni monolítico, del mismo modo que Aleta, su bella mujer e inteligente compañera, trasciende con mucho el estereotipo femenino. Entre la famosa sátira de Mark Twain y la reelaboración de John Steinbeck, los “hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros” han sido objeto de especial fascinación en el nuevo continente, pero nadie hizo más que Foster para divulgar el mito de Camelot al otro lado del Océano. La elegancia del trazo, el preciosismo académico y la composición pictoricista de las escenas convierten al ilustrador en un gigante del noveno arte, artífice de una fantasía costumbrista que recrea el Medioevo europeo pero de algún modo refleja también el ideal americano.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios