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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Monodosis de turrón

No se puede ser verdaderamente conservador sin una preocupación honda por la naturaleza

Residuos plásticos en el mar.

Residuos plásticos en el mar. / DS

DEJAMOS de tomar café de cápsulas por dos razones: la economía familiar y la sostenibilidad. Sí, he dicho sostenibilidad. El exceso de plástico es uno de los grandes problemas del mundo. Es cierto que este material ha propiciado un mundo más justo para los sapiens. Ha conseguido que cualquier ciudadano de un país mínimamente desarrollado pueda tener un coche, se abrigue en invierno o tenga calzado cómodo. Esto era imposible cuando la piedra, la madera y el metal imponían su hermosa pero injusta ley. El plástico fue tan importante para la democracia como la Declaración de los Derechos del Hombre. Pero nos hemos pasado y estamos convirtiendo los campos y los mares en inmensos vertederos. Soy consciente de que a algunos esto le sonará a discurso políticamente correcto. Uno de los problemas de cierta derecha es que se autoproclama conservadora cuando no es más que una versión chusca del capitalismo salvaje. No se puede ser verdaderamente conservador sin una preocupación honda por la naturaleza, por la belleza del mundo, por la conservación, en definitiva.

La reducción del masivo consumo plástico es un reto para la humanidad. Esto solo se conseguirá si se inventa un material biodegradable que tenga las grandes virtudes del plástico tal como hoy lo conocemos: maleabilidad y precio bajo. También hace falta un cambio en la educación que más que una revolución es una involución. Se trata de ser conservadores, de mantener ciertas sabidurías que heredamos del pasado. Algunas medidas son tan tontas como tener una talega (una sola, no 25 con diferentes logos y mensajes) para ir a comprar el pan o no pretender cambiar de abrigo todos los inviernos.

Esta Navidad he visto turrón de Jijona en monodosis, como si fuese un bombón. Te lo comes y generas un residuo que va directamente a uno de esos basureros que han convertido la Península Ibérica en la California de las cigüeñas. Para llegar hasta este producto tan refinado del mundo contemporáneo han tenido que pasar muchas cosas: desarrollo tecnológico mal orientado, cambio en los gustos gastronómicos provocados por la chocolatización del orbe, adelgazamiento de la familia hasta convertirse en una estructura tan endeble que no tienen ni capacidad de engullir una tableta de turrón blando... Cualquier día de estos veremos a la “adusta peladilla” (Manuel Gregorio González dixit) envuelta, de una en una, con el boato de una cesta de Navidad.

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