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'The Crown'

El ritual que hoy se celebra es la representación de la unión entre la monarquía y el pueblo

La coronación del rey Carlos III de Inglaterra baila entre la realidad y la ficción. Hoy, las retransmisiones que podrán seguir desde cualquier medio de comunicación, televisión, radio, prensa digital, aunque no lo parezca, es en directo y no el comienzo de una nueva temporada de la famosa serie The Crown. Por mucho que reduzcan gastos y tradiciones, será de todas maneras ostentosa. Pero necesario ya que la sociedad acepta y ve útil el servicio de la corona para fomentar y mantener las buenas relaciones internacionales por parte de la institución. Algo que Harry, el huido, sigue sin entender. Todo el acto se puede traducir a impresionantes cifras: de 56 a 114 millones de euros, 11.500 policías, 7.000 militares, representantes de 30 países de la Mancomunidad de Naciones, 2.200 invitados, 850 representantes de diferentes ONG, 6.000 nuevos uniformes, rey número 40, 74 años, 2.000 millones de riqueza personal, dos carrozas bañadas en oro y una tradición milenaria que se está ajustando a las exigencias del siglo XXI. El rey lo es desde que la reina Isabel II falleció, pero el ritual que hoy se celebra es la representación de la unión entre la monarquía y el pueblo. El rey jura respetar la ley y prometerá cumplir y hacer cumplir. Con el paso de los años las monarquías están obligadas a ser más mundanas, se les exige que las privilegiadas familias sean fundamentalmente ejemplares y no una serie de personas que nacen ricas, viven como ricos, tratan a la gente con la soberbia de la diferencia de la clase social y, siempre, mantenidos por los impuestos del pueblo. A Carlos III ya le pilla un poco mayor para viajar en el metro, como hicieron esta semana su hijo Willian y Kate. La joven pareja que trabaja para la modernización de la corona que les corresponda, fue a un pub en metro, en una especie de video sanchista ofreciendo esa proximidad, naturalidad e intentar decir con ese gesto que son como todos los conciudadanos. Eso no es así por mil motivos, pero se agradece. Siendo justos, y mientras veamos entronizar a Carlos III debería primar más que el pertinaz recuerdo de sus relaciones íntimas, las fundaciones que emprendió hace más de 40 años y que ha sacado de la calle a un millón de jóvenes que no tenían posibilidad de futuro y ahora tienen una carrera. O su defensa por el medio ambiente desde los años ochenta. Hoy comienza, de facto, un nuevo reinado que regirá entre el de su madre, La grande y su hijo, El deseado. Ahora Carlos III tiene la responsabilidad de marcar su propia contribución nacional.

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