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Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Sociedad adolescente

El derecho de huelga no se extiende a actuar contra los agentes de policía ni a destrozar el mobiliario urbano

Vivimos en una época en la que la gente no es capaz de asumir la responsabilidad de sus actos. Se hacen o se dicen cosas para luego negar la autoría o pretender que era un motivo noble por lo que la acción debe quedar sin castigo. Viene a cuento por los ocho imputados a cuenta de los disturbios de la huelga del metal. Quemaron contenedores, destrozaron mobiliario urbano, algunos agredieron a policías, pero como en teoría era por una causa noble, parece que debe quedar sin sanción. Si usted o yo hacemos cualquier barrabasada nos veremos condenados, como es normal, por lo que hemos hecho. Lo de estos ocho según parece tiene la excusa de que había una huelga del metal, son unos héroes de la clase trabajadora. Incluso dirigentes de CTM , UGT o CCOO dicen que se vulnera el derecho de huelga: miren ustedes, no, en absoluto. La huelga busca parar la producción por una reivindicación, en este caso salarial. El derecho de huelga no se extiende a actuar contra los agentes de policía ni a destrozar el mobiliario urbano. Esos ocho, como quienes les apoyan, deberían asumir lo que hicieron, decir que fue por una causa justa, y aceptar las condenas correspondientes, como si fueran adultos. Ahora nos comportamos como adolescentes: negamos haberlo hecho, le echamos la culpa a otro o damos todo tipo de justificaciones infantiles. Lo coherente, lo honorable, es asumir la responsabilidad de los actos. Y aquellos que desde la política o el sindicalismo defienden la barbarie actúan movidos por su conveniencia, no se ajustan a la verdad de los hechos, no obran con decencia. Es de niños eludir la consecuencia de lo que se hace. Ya pasó hace años con los 10 de Puerto Real, que iban en un coche con una radial para segar farolas o cosas peores. También le echaron la culpa al empedrado, pusieron cara de no haber roto un plato para escurrir la responsabilidad de sus actos. Ninguno de ellos eran trabajadores del metal a cuya lucha se habían adherido con fingido entusiasmo. Lo mismo podemos decir de los procesados en Cádiz, algunos de ellos con condenas por actos violentos. Vivimos en una sociedad frívola, donde la gente actúa de manera irresponsable. Empezando por los padres que en lugar de educar a sus hijos actúan como si fueran sus amigos, delegan en los maestros la responsabilidad de la educación aunque luego les quitan la autoridad. Seguimos por ese campo para el insulto y el anonimato que son las redes sociales, donde miles de descerebrados dan rienda suelta a su frustración con insultos de todo tipo escondidos en seudónimos o cosas peores. Hemos creado una sociedad irresponsable. Luego no nos extrañemos si dos hermanos resuelven sus diferencias a tiro limpio.

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