Dicen que abajo hay demasiado ruido, que ha trepado hasta la azotea, que ha calado los muros del edificio y ha formado una mancha oscura hecha de despojos de aullidos y voltios. Que no se oye nada, nada más que ruido. Pero, quizás, sólo quizás, hace tiempo que dejamos de escucharnos, que las palabras perdieron su sentido o que el mundo hizo oídos sordos. Qué sé yo, que tengo los míos taponados con los restos de propaganda y egos que marcan la banda sonora de mi tiempo. Ruido y más ruido. Yo oigo los primeros compases de los tambores preelectorales. Oigo el zumbido de las balas de fuegos cruzados en los discursos vacuos. Oigo la última reflexión gastada del último analista de moda. También los estertores de los muertos en mi costa y el el crujir de los cuerpos contra las fronteras. Déjenme bailar, por favor, la última canción con la música muy alta. Déjenme ahogarme en este ruido antes de emerger y respirar el aire viciado.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios