Hace 13 años la Junta nos anunció que se iba a poner en marcha una red de tranvías en la Bahía que iba a unir Chiclana con Cádiz y Puerto Real con la capital de manera tal que se crearía una red de transporte público capaz de solucionar los problemas de movilidad en la comarca. Tenía tal ímpetu la Junta que obligó a que el Ministerio de Fomento cambiase el proyecto de nuevo puente(por entonces se llamaba todavía La Pepa) al objeto de incluir una plataforma reservada para el tranvía. Fue cuando Magdalena Álvarez dijo aquella sentencia tan fálica "va a ser el puente más ancho, más alto y más largo de Europa". Solo la ampliación del puente costó 100 millones, aparte de la majadería del tramo desmontable no fuera a ocurrir que alguna vez en la vida Navantia construyese un barco más alto que el gálibo previsto. La línea Chiclana-Cádiz se empezó a construir peatonalizando la calle Real y , de camino, sepultando algún baluarte militar que otro sin el menor pudor. En Chiclana y en La Isla se formaron verdaderos debates sobre el trazado . En Cádiz la discusión fue si se podía aprovechar para que diera la vuelta al Casco o, como poco, que llegase a la plaza de España, lo que fue rechazado por la alcaldesa y el PP. Roger Senserrich en Politikon llamó la atención sobre el hecho de que comenzaba un proyecto que no tenía resuelto el tránsito por la vía del tren ("el canal ferroviario" se decía), el operador que iba a gestionar el servicio, ni la energía eléctrica a la salida de San Fernando. Se puso en marcha con el tiempo la subestación del antiguo polígono Janer pero sigue sin solución ni el gestor ni el paso por las vías de ADIF. 13 años y 223 millones de euros después(otros cien si se cuenta la plataforma del nuevo puente) se nos dice ahora que hay que hacer trasbordo para llegar hasta Cádiz en un apeadero en Río Arillo. O lo que es lo mismo, el tranvía no va a llegar a Cádiz con lo que todo el sentido y la explicación se caen por lo suelos después de cientos de promesas. No sé cómo la Junta de Andalucía puede poner en marcha una infraestructura en estas condiciones y cómo no se le ha caído la cara de vergüenza a los distintos gestores que han pasado por la Consejería de Fomento o la Delegación del Gobierno. En otros país un político partícipe de este cúmulo de despropósitos habría dimitido y pedido perdón. Pero en España somos expertos en la posverdad, la palabra de moda según el Diccionario de Oxford, esa que significa que son más importantes las emociones que los hechos. Lo que antes llamábamos mentiras.

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