Patriotismo imprescindible

El auge de los nacionalismos ha venido auspiciado por una erosión y una irrisión constante del patriotismo

La ventaja de comentar política internacional es que puedes embelesarte con los mensajes de los políticos sin analizar (¡ni padecer!) los hechos de esos políticos ni tampoco sus segundas intenciones. Emmanuel Macron no me gustaría, si yo fuese francés, pero su reflexión sobre la necesidad del mensaje de la Iglesia para la vida pública francesa (9/04/2018) fue excelente. Su discurso del domingo sobre el patriotismo en la conmemoración del fin de la I Guerra Mundial no se queda atrás. Por lo visto, es una andanada electoralista contra el Frente Nacional, que representaría al nacionalismo del que abomina, postulándose a sí mismo como patriota. Pero incluso eso, tan táctico, es muy interesante, porque viene a demostrar, y más viniendo de Macron, que la única vacuna contra el nacionalismo es el patriotismo, ni el globalismo, que es un globo que se desinfla en cuanto lo pinchan las circunstancias, ni el europeísmo de salón.

Ha dicho: "El patriotismo es justo lo contrario del nacionalismo", y tiene razón. En España se ve tan claro que podríamos servir de modelo pedagógico para el resto de Europa: el auge de los nacionalismos ha venido auspiciado por una erosión y una irrisión constante del patriotismo. A diferencia de otros países, donde el nacionalismo y el patriotismo se enfrentan al mismo nivel, lo didáctico de España es que aquí el nacionalismo es obviamente pequeño. El patriotismo, en cambio, es comprensivo y celebrativo. Véase como el común denominador de los nacionalistas españoles (y sus agradaores) es el odio a España, mientras que el patriotismo no se cansa nunca de ensalzar las virtudes y las bellezas de las regiones de España donde más nacionalistas hay.

El patriotismo se caracteriza por la celebración de lo propio y la apreciación de lo ajeno sin beligerancias ni manías; pero es la emanación del amor a los padres y antepasados, como explicó Juan Pablo II en Memoria e identidad (2005), su testamento intelectual. Por eso hay que desconfiar del patriotismo de quien es capaz de renegar de los hechos y las ideas de sus mayores. La ley de la memoria histórica, por tanto, tiene (entre los que las promueven y entre los que se abstienen) una carga moral mucho más profunda de lo que parece. Otra fuente de patriotismo es el padrismo, si se me permite el neologismo. Tener hijos te hace asumir el deber moral de dejarles un país como el que tus padres te dejaron a ti.

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