La tribuna

pablo A. Fernández Sánchez

La OTAN sin complejos

TRAS el fin de la llamada Guerra Fría, la OTAN perdió sus papeles. En un primer momento se le subió la soberbia a la cabeza, creyendo que había ganado una guerra, sin disparar un solo tiro. Luego tuvo que reinventarse. Sin enemigo comunista a quien dirigir sus funciones y sin necesidad de frenar la expansión de la vieja Unión Soviética en el continente europeo, la OTAN fue perdiendo relevancia política.

Sin embargo, la escenografía mundial se hacía mucho más compleja que la vieja tensión este-oeste. Ahora, los nuevos escenarios representan a un mundo amenazado y en riesgo. Han emergido nuevos actores que resultan poco tangibles, como Al Qaeda, el llamado Estado Islámico o los Señores de la Guerra. Los espacios físicos de los nuevos escenarios estratégicos alcanzan dimensiones antes inalcanzables, como los Polos, el espacio ultratarrestre e incluso espacios continentales, casi inexplorados por el ser humano. Las migraciones masivas desestabilizan gobiernos y amplias zonas del continente africano e, incluso, ahora, mediterráneo. Los desafíos contra el cambio climático. El nuevo terrorismo, sin rostro y cruel como nunca antes lo había sido. La nueva mal llamada piratería. Los amenazantes riesgos de internet. Los peligros tecnológicos. Y a todo esto se le unen la crisis económica, la falta de compromiso de los ciudadanos con la paz y seguridad internacionales, las dificultades del empleo operativo de las fuerzas armadas, etcétera.

Para adaptarse a estos nuevos tiempos, los estrategas occidentales, políticos, militares y diplomáticos, hicieron sus deberes en torno a tres ejes fundamentales. Por ello, se llenó de contenido a la OTAN para asignarle nuevas tareas, inventándose una nueva estrategia de seguridad.

La primera tarea fue darle contenido a los ejércitos occidentales, ahora expandidos hasta las mismísimas fronteras rusas, con funciones nuevas para los nuevos retos de la seguridad. Se extendió el área estratégica de seguridad y ¡voilà! la OTAN se encuentra inmersa en los grandes problemas de seguridad del mundo, incluyendo Afganistán, Libia, África Subsahariana...

La segunda tarea debería ser la participación de la OTAN en Operaciones de Mantenimiento de la Paz, allá donde se requiera. Ahora ya los militares adscritos a la OTAN no serían sólo los aguerridos contingentes militares, armados hasta los dientes, dispuestos a la lucha feroz sino militares de claveles blancos, ayudando a ancianas y niños a cruzar calles peligrosas por la presencia de vehículos a motor. Los contingentes de la OTAN, ahora se adaptan, como los cascos azules, integrándose en operaciones de gestión de crisis o de construcción de paz.

La tercera tarea sería una asociación estratégica con Rusia, olvidando los viejos temores y las viejas heridas. Rusia sería invitada de honor en las grandes reuniones de la OTAN. Ya no es un enemigo sino un aliado y había que compartir información, temores y soluciones.

Ahora bien, Rusia ha demostrado que no es un aliado fiable, que su concepto de Occidente difiere sustancialmente del euroatlántico y que sus socios pueden seguir siendo o los parias de Occidente o China o cualquiera que sirva de contrapeso a la Alianza Atlántica.

El ejemplo más claro ha sido la incursión en Ucrania, con la anexión completa de Crimea y su posición en el Este ucraniano.

La OTAN ha necesitado seis meses para reaccionar, probablemente acomplejada y con poca capacidad de reacción política por el miedo de los gobernantes europeos antes sus opiniones públicas, poco instruidas en temas de seguridad o preocupados por la incidencia de las consecuencias en sus economías.

La reunión del 4 y 5 de septiembre de 2014 de la OTAN en Gales (Reino Unido) ha servido para que los 28 Estados Partes de la Alianza Atlántica hayan decidido dar un vuelco a su concepto geoestratégico, regresando al histórico concepto de defensa territorial. El flanco oriental de Europa se ha reforzado con un Plan de Acción Rápida, para recordarle a Rusia las consecuencias de una expansión de influencia rusa en los estados limítrofes. Todos los estados han aceptado el compromiso de participar en las fuerzas conjuntas que se encargarán de disuadir los posibles excesos rusos.

Sin embargo, para países como España, Portugal, Italia, Francia y Turquía, lo más fundamental ha sido la inclusión del área mediterránea en el espacio geoestratégico de prevención y reacción de la OTAN. La proclama del llamado Estado Islámico sobre los territorios del Norte de África e incluso del sur de Europa, mencionándose expresamente España, ha sido decisivo para que haya habido una unidad total en estos aspecto.

Era necesario, lo mismo que ha sido necesaria una alianza entre India y Japón para contener a China. Algún día, incluso, se hará necesaria una alianza entre la mayor democracia del mundo y el Imperio del Sol Naciente con Occidente. La OTAN debe estar alerta y atenta a todos los desafíos, nuevos y viejos y la Unión Europea debería hacer mejor sus propios deberes. En ello nos va el futuro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios