La única que recuerdo es a un alumno ya talludito haciéndose pasar por un profesor en mi brevísimo paso de un par de semanas por la Facultad de Derecho. El tipo empezó a dar un discurso con el que entraban ganas de salir corriendo mientras que los novatos cogíamos apuntes como locos sobre todo lo necesario para la asignatura, incluido un número de cuenta donde ingresarle el dinero por la compra de un libro de su autoría. El tipo le echó cara y tuvo gracia. No le hizo daño a nadie y durante unos minutos metió el miedo en el cuerpo a un grupo donde se podía oler la incertidumbre ante lo desconocido del primer día. De ahí a los bofetones o a cebar con alcohol y todo tipo de humillaciones a los incautos que asumen con resignación pasar por un trance para no sufrir problemas en el futuro va un trecho. Ese es el problema, el peaje a pagar por unos para pasar desapercibido y el de la venganza de los otros tras haber sufrido por lo mismo.

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