EL presidente del Cádiz se ha convertido en el primer refuerzo invernal. Antonio Muñoz toma la delantera, pero no para hacer goles. Su objetivo es enderezar el rumbo del equipo poniendo todos los medios a su alcance desde una perspectiva profesional y cadista.

El presidente ha dicho "basta", aunque lo ha hecho en silencio. Entendió con resignación que la cuerda que sujetaba a Gracia se rompió tras perder contra el Nástic. Todo estaba consumado. A partir de ahí ha apelado a la coherencia y la vergüenza cadista, que él la tiene, para buscar soluciones de verdad que a priori ofrezcan garantías. Su elección ha sido Espárrago, si bien para los quinielistas del otro signo, decir que Vidal era también una apuesta seria.

Muñoz ha cogido el toro por los cuernos para dar con la tecla que devuelva la calma. La afición clama para que ésta llegue en forma de victorias. Muñoz prepara todo para escuchar a Soler, que llega primero, y a Espárrago, que aterrizará más tarde. Los refuerzos los marcarán bocas serias, cualificadas y expertas en el fútbol profesional. El presidente debe echar el resto para que las voces que en su contra poblaron Carranza se vuelvan en gritos de aliento hacia los jugadores.

Muñoz sabe que su acierto será el bienestar del equipo en la competición y del club en el año del centenario. Hasta para la venta del paquete de acciones, que él y su grupo están en su derecho de llevar a cabo, Muñoz necesita afinar ahora más que nunca.

El presidente del Cádiz SAD manda y toma decisiones -ya lo hace-, y no debe dimitir aunque se lo pidan. Poner el cargo a disposición del club es lo mínimo que corresponde a otros.