Cuarto de Muestras

Honras

Hacer reír me parece tan extraño, tan épico, que yo todavía llevaría luto por Tip

Hay que saber morirse. Recuerdo cuando todo el mundo compraba el periódico y alguien tenía la mala suerte de morirse uno de los dos únicos días del año en que no se publica, a su entierro asistían los íntimos, únicamente aquellos a los que la familia había querido avisar. No sé si esto es buena o mala suerte, pero muchos amigos se quedaban sin despedirle. Con los famosos pasa algo parecido: cuando una muerte coincide con un notición la muerte se queda más pequeña, se achica. Y es que, a la muerte, como a todo, le viene bien la sorpresa, por eso cuando se la espera y ya están preparados los obituarios, el espacio en las noticias suele menguar en proporción al tiempo que se alarga la espera. Dios los tenga en su gloria a todos.

Me viene a la cabeza esta reflexión por la muerte de Chiquito de la Calzada, que no digo que no fuera persona querida, que no haya revolucionado eso tan difícil que es el humor en España (que sólo se puede hacer desde el surrealismo) y que no haya inventado palabras y expresiones que todos le hemos copiado alguna vez. De acuerdo. Sólo por eso Chiquito se merece el entierro de folklórica que ha tenido. Hacer reír me parece tan extraño, tan épico, que yo todavía llevaría luto por Tip.

La muerte de Chiquito ha venido a salvarnos del pesimismo del problema catalán, de las puertas de los juzgados y prisiones, de los supuestos exilios de lujo, de las manifestaciones y las guerras de banderas, de la campaña electoral catalana que se libra en toda España. Chiquito ha venido con su muerte a redimirnos del hartazgo de la secesión y sus secuaces.

Chiquito ha sido el Manolete de la posguerra con su cara antigua huyendo del hambre mientras distraía a un público, a un respetable que se le entregaba porque necesitaba soñar. Dicen que Chiquito nació en las fiestas de los señoritos que lo contrataban para cantar flamenco y allí, como Pepe El Cordobés después de acompañar a Maleni Parrilla, acababa contando anécdotas y chistes malos para descansar la voz. Cuentan que Mario Conde en la época en que no le importaba alardear se lo llevaba de fiesta en fiesta. Caprichos del dinero que siempre ha necesitado quien le haga reír.

En fin, Chiquito ha muerto con honores de faraón del humor y sus honras fúnebres han sido tan espléndidas que él será el primero que se preguntará si es para tanto y hará mil chistes malos con ello. Descanse en paz, que a nosotros nos queda lo nuestro.

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