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Cuarto de Muestras

Realismo

En una obra deberíamos encontrar siempre un reflejo de desnudez

Hace unos días se inauguraba en Almería el Museo del Realismo Español Contemporáneo. En Almería, de apariencia tan desértica, nihilista e imaginaria, tan abstracta y tan concreta a la vez, tan natural y tan ficticia, tan azul y tan dorada, tan distinta. Sólo en una provincia contradictoria por definición podría hacerse un museo al Realismo. Y es que ser fiel a la realidad es imposible y en Almería lo saben. Por eso hicieron de su paisaje un plató de cine y de sus tierras arenosas un mar de plástico y de su extraña e incomprensible belleza un misterio alejado de tópicos cuya plena dimensión no está al alcance de cualquiera. Es un lugar digno para retirarse del mundanal ruido porque como en el arte, lo más fidedigno se vuelve imaginario y se eleva. Han estrenado el Museo del Realismo como podrían haberlo estrenado del Dadaísmo o de cualquier otra corriente abstracta porque en Almería siempre hay que mirar más allá de la realidad.

Dicen que el movimiento realista surgió para huir de la idealización romántica y sus excesos. Pero el exceso de realidad, que tanto se da en el Realismo y, no digamos en el Hiperrealismo, tiene poco interés más allá de su virtuosismo casi fotográfico. Recuerdo que de chica mandaban a casa por correo cuando se acercaban las navidades unos christmas pintados con la boca y con el pie de una encomiable perfección. Desde aquel entonces dudo si la maestría de aquellas pinturas la daba su particular ejecución, y, no puedo evitar ver a los que sólo copian la realidad, con el pincel en la boca o el pie rematando con esmero su obra. Que me perdonen los autores por estas cosas de mi imaginación tan poco realista.

Se supone que el Realismo es mucho más que un simple calco. Ramón Gaya, paradójicamente incluido en este museo, es mucho más también. Es el pintor que mejor ha escrito sobre pintura. Y decía Gaya que la realidad no podía rebajarse al realismo, a la simple copia. Que la realidad no podía ser evitada, pero tampoco venerada. Por eso, añadía, el Realismo es estúpido, equivocado y falso, porque el realismo en el arte, como en la religión, en la filosofía o en la vida misma, es siempre ilusorio, erróneo, tonto.

En una obra, pertenezca a la corriente y al autor que pertenezca, deberíamos encontrar siempre un reflejo de desnudez. Desnudez del propio autor y de la realidad. Una imagen tan misteriosa, desnuda y fiel a sí misma como la de Almería.

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