GPS y Gobierno

En los momentos de crisis, uno tiene que conducir su vida con criterio propio y responsabilidad

Me he pasado años poniendo un ejemplo a mis alumnos para fomentar su autonomía en el trabajo. Vas un montón de veces a un sitio en el coche que conduce otro y, cuando un día tienes que ir conduciendo tú, te das cuenta de que increíblemente no sabes el camino. En cambio, con que hayas ido una vez al volante, sabes ir siempre. Me parecía un ejemplo feliz hasta que me lo he visto aplicado en su versión digital, y me ha dado miedo.

Fui a un sitio siguiendo las coloridas instrucciones de mi GPS: facilísimo. Al día siguiente tenía que volver, pero mi aparato no funcionaba. Y comprobé que no recordaba el camino, ay de mí, y que llegaba tarde. O sea, que se había cumplido mi ejemplo al pie de la letra, pero de forma posmoderna. Porque la clave no está en llevar o no llevar el volante, sino en haber asumido la responsabilidad. Si te conviertes en un mero accesorio de una aplicación, tampoco aprendes.

Muchas ayudas de la tecnología (que bienvenidas sean) pueden estar limitando imperceptiblemente nuestro margen de libertad y conocimiento. No defiendo renunciar por sistema a los sistemas, no, qué va, pero nos vendría muy bien hacer, de vez en cuando, el entrenamiento de tomar el control para no perder la costumbre.

Esto sólo es un botón de muestra o una metáfora. Lo importante es conducir nuestras vidas y las ideas que la rigen. Podemos pensar que vamos nosotros al volante, pero, de pronto, cuando de verdad tenemos que tomar decisiones y salir de las rotondas por nuestra propia iniciativa, nos encontramos… con que no sabemos. Porque llevábamos puesto el GPS de los tópicos y de la vida meticulosamente reglamentada por el Gobierno.

La gestión de nuestros líderes de la crisis del coronavirus está siendo como un GPS escacharrado. Esperan, para tomar el control, al descontrol que justifique un volantazo, sin atreverse a prevenir. Es el momento de demostrar que, en la medida de nuestras posibilidades, nuestro volante lo llevamos nosotros y sabemos tomar la dirección correcta.

Nos hemos ido acostumbrando demasiado a que los poderes públicos nos marquen la autovía. Ahora no nos queda más remedio que fijar la vista en la carretera y tomar con cuidado los desvíos más prudentes. Sería ideal aprender la lección, y entrenarnos en adelante. No ir cediendo en cómodos plazos o dejándonos arrebatar pequeñas parcelas de nuestra autonomía. No sólo por dignidad. También por prudencia elemental.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios