Escándalos estancos

Quien protesta sólo de lo suyo demuestra, además de cierto egoísmo, una falta de comprensión de lo ajeno

También me interesan mucho las tres leyes fundamentales de Carlo María Cipolla sobre la estupidez humana, pero las cito menos, por no ofender. Cito muchísimo más las leyes de la política de Robert Conquest. La primera dice que «todo el mundo es conservador en aquello que conoce de primera mano». La realidad, que nos da muestras incansables de las leyes de Cipolla, tampoco se queda corta con las de Conquest, y acaba de darnos otro ejemplo.

Pedro Sánchez ha nombrado a Miguel Ángel Oliver presidente de la Agencia EFE (histórico nombre). Oliver fue Secretario General de Comunicación del Gobierno y, por tanto, se destacó en traerse (y llevarse) las aguas de la información a su molino en los tiempos del Covid. Lo suyo lo hizo bien, pero no fue un modelo de independencia y objetividad.

Aquí entra Conquest a todo lo que da. Muchísimos periodistas de izquierdas, incluyendo al fidelísimo El País o incluso al famoso Évole, han puesto el grito en el cielo: “¡Qué disparate las cosas que hace Pedro Sánchez! Ha sobrepasado todas las líneas. Cuánto descaro. ¿Qué va a ser de la libertad de prensa?”.

Naturalmente que la cosa es grave. La mayoría de los medios beben de los teletipos que sirve la Agencia EFE. Quien la controla, domina el flujo informativo. Pero lo gracioso es la primera ley de Conquest. Sánchez lleva más de un lustro haciendo cosas así de graves o más. Pero en esas cosas los periodistas que ahora ponen el grito en el cielo no sólo han estado callados, sino que han puesto al presidente por las nubes. Al mismo presidente y por hacer prácticamente lo mismo que ha hecho ahora, pero en áreas que ellos no conocen de primera mano, como la Justicia, las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil, la Igualdad de todos los españoles, la Memoria Histórica, la Violencia de Género, los Fondos Europeos, etc.

De forma indirecta, el escándalo actual –lógico y loable– deja por los suelos a nuestros escandalizados del momento. Les pasa a estos periodistas que no saben de primera mano de la mayoría de las cosas de las que hablan y, por eso, pueden ser ellos tan progresistas tan campantes tan a menudo tan a bulto.

El problema está en que, cuando sólo protestamos por aquello que nos afecta directamente, siempre resulta egoísta, inútil y, además, tarde. O se lucha por la limpieza de todo el sistema o es para nada. Aunque eso nos llevaría ya los ámbitos que estudió Cipolla en sus otras leyes fundamentales.

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