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tribuna libre

Juan De La Plata / Director De La Cátedra / De Flamencología De Jerez

Enrique de Melchor, otro gran guitarrista que se nos acaba de ir

AÚN no habíamos logrado sobreponernos de la terrible conmoción que para España entera supuso la muerte de nuestro querido paisano Moraíto, cuando nos llega desde Madrid la triste noticia de la desaparición de otro gran guitarrista, Enrique de Melchor, que a los sesenta y un años de edad acaba de dejar este mundo por culpa de la misma terrible enfermedad que se llevó para siempre al artista flamenco jerezano, un horrible cáncer.

Los periódicos y los informativos radiofónicos nos han traído la noticia del luctuoso suceso, y al narrar la apretada biografía del hijo del que fuera llamado Rey Melchor de la guitarra, su padre y maestro Melchor de Marchena, destacan que, como Moraíto, contara en su haber con el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología, que le fuera concedido en 1979, cuando contaba 28 años de edad, y en la misma edición en que se premiaron, en cante, al Lebrijano, y en baile a Matilde Coral. También el padre de Enrique Jiménez Ramírez vería coronado su reinado de magistral guitarrista con el nacional de la Cátedra, trece años antes, en 1966.

Enrique de Melchor se inició como profesional de la guitarra, con apenas unos quince años, en el tablao madrileño 'Los Canasteros', de Manolo Caracol, a donde iba a escucharle tocar Paco de Lucía, quien se lo llevaría durante un año por todo el mundo, formando parte de su grupo de conciertos; y de cuya época, Enrique solía decir que había aprendido mucho, al lado del algecireño. Esa experiencia daría lugar a que se interesara él mismo por actuar como solista, en muchas ocasiones; aunque, como su padre, siendo un gran aficionado, como era, al cante, lo que mejor se le daba era el toque de acompañamiento, en el que, indudablemente, era una prodigiosa figura y por cuyos méritos, sobre todo, fuera especialmente premiado por la Cátedra, aquí en Jerez, después de que grabara con Antonio Mairena y acompañara a grandes figuras como Fosforito, Camarón, José Mercé, y otros igualmente cualificados.

Como persona, recordamos a Enrique de Melchor, aparte de sus virtudes artísticas, como un hombre de eterno aspecto juvenil, algo tímido y muy educado. Era un gitano fino que vivía sola y exclusivamente para su arte y para su familia, su mujer y sus hijos. Respetaba a todos sus compañeros y de todos ellos era muy querido. Y, por otra parte, sabía reconocer los méritos de otros guitarristas, como Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar y Vicente Amigo, de los que se declaraba rendido admirador.

Su toque, el toque de Enrique, al que apreciábamos como artista y como amigo, forma parte ya de ese tablao celestial, donde las guitarras de Parrilla, de Moraíto y, ahora, del marchenero, deben estar tocando a gloria por bulerías, como aquellas De Jerez a Triana que él dejara grabadas en disco, para la historia musical del flamenco, al que entregó toda su vida, con verdadera pasión de aficionado.

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