Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Enhorabuena de corazón a todos los siesos: se lo merecen. Forman parte del paisaje aunque no a todos les gusta exhibirse y la mayoría prefiera guardar un discreto segundo plano. Y quizá por esta razón, hasta ahora no habían tenido el honor de ser reconocidos por la Real Academia de la Lengua Española. Se podría pensar que se llega tarde con una expresión tan gaditana y popular, pero teniendo en cuenta que 'beatlemanía' ha sido aceptada 60 años después de que naciera el fenómeno, tampoco está mal. Otros términos tan gaditanos como bastinazo, mojarrita o carajotada, por ejemplo, aún no han pasado el filtro de las comisiones académicas. Pero todo se andará, ellos se lo pierden. Entre los siesos gaditanos los hay de distintas categorías -del sieso manío al entrañable- y son muy pocos los que, como es el caso de Fernando Santiago, presumen de serlo al estilo del doctor House. La mayoría ejerce de sieso como si no fuera con ellos la cosa, tratando de permanecer en el anonimato cuando todo el mundo les tiene fichados. Y no es de buen gusto señalarlos, porque carecen de sentido del humor, aunque algunos sean tan reconocibles como Javier Tebas, Cristiano Ronaldo, Risto Mejides, Fernando Fernán Gómez, o el propio Camilo José Cela.

Tampoco conviene confundir al malajón con la persona más bien seca, y mucho menos con el nota, algo en lo que caemos con frecuencia. Todo nota suele llevar un sieso dentro, pero no todos los siesos son unos notas. Para ser un buen nota hace falta más entrenamiento que para ser sieso: no basta con responder a todo "¡buenos días, tú"!, como el Morera más desagradable. El nota, además de caer mal, va de enterao. Está tan encantado de haberse conocido que la vanidad no le cabe en el pecho. En cambio el sieso no va de listo. Más bien parece perseguido por su mala sombra. Y tampoco hay tantos como parece. A menudo encasillamos a un paisano como un sieso con el que no merece la pena cruzar ni media y, pasados los años sin saludarle, cuando compartes un rato con él, terminas por admitir que te equivocabas y pasas del ¡qué tío más sieso! a tenerle cierta estima ligada a cierto sentimiento de culpa.

También están los que parecen antipáticos, porque no se relacionan con la gente, ni gastan bromas, pero que en el fondo tienen un gran corazón. Son los que se comportan como los malajes para no sufrir. Los que no admiten dudas son los siesos de verdad, tan auténticos que parece que se lo haya prescrito el médico. Son los que protestan por todo, incapaces de alternar, tomarse una copa, reírse con un cuplé o disfrutar alrededor de una buena mesa. En realidad, son unos tristes. Entre nuestros candidatos a las elecciones, por no señalar a nadie, hay más de uno, a la vista de su incapacidad para entenderse entre ellos. Pero no es saludable entrar en su juego y pensar que les den, por culpa del hartazgo, la incertidumbre y el asquito que nos da tantísima propaganda. Hoy toca votar y no hacerlo sería traicionar la memoria de quienes no tuvieron tanta fortuna. Es más, sólo los amargados se perderían esto que nuestros abuelos bautizaron como la fiesta de la democracia. Si no quiere que le confundan con un sieso, no se la pierda.

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