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Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Ditirambos

Juan Carlos Aragón se convirtió en un genio del carnaval irrepetible porque ir a contramano siempre es difícil

Qué habría dicho Juan Carlos Aragón de los innumerables ditirambos sobre su vida y su obra? Se habría reído y habría tenido un comentario sarcástico hacia sí mismo y hacia quienes se mesaban los cabellos cuando para sí pensaban algo diferente de lo que expresaban de cara a la galería. Si algo tuvo Juan Carlos a lo largo de su vida es que jamás le importó lo que pensaran los demás. O mejor dicho: cuando los demás pensaban una cosa, él decía lo contrario. Por paradójico que parezca esa vocación minoritaria le convirtió en un autor de mayorías, mientras más atizaba el sentir general o a las costumbres populares, más seguidores tenía. De vez en cuando hacía concesiones como el famoso pasodoble de Los Millonarios Igual que en una mezquita que comparaba el carnaval con una religión, él que se reía de dioses y creencias. Es lo que tiene concursar, que hace falta contentar a la plebe. De la misma manera contaba su vida -Yo me enamoré de ti por culpa de los carnavales o Cuando nace un gaditano-, costumbre un tanto impúdica que han utilizado muchos autores de carnaval para llegar con sus coplas al sentimiento de la audiencia. No tengo que decir que yo siempre preferí el Aragón irreverente, iconoclasta -Cádiz es de Cádiz ná má y es patrimonio del gaditano-, el que se hubiera mofado de la capilla ardiente en el Falla, de algunos que rajaban de él en privado partiéndose la camisa para aparecer compungidos ante su muerte, esas sillas de políticos de todos los colores aunque algunos le despreciaran incluso artículos escritos como si estuviera presente. No es el momento, desde luego, pero Juan Carlos Aragón ni fue ni quiso ser un santo varón, el dechado de virtudes que algunos dicen ahora. Su lado oscuro era tan conocido que ni él lo ocultaba. De lo que estoy seguro es de que hubiera escrito un pasodoble riéndose de las exequias -si este pueblo se arrodilla ante una espada y una mantilla, ese pueblo me da vergüenza-, el mejor homenaje no es fingir sentimientos sino escuchar su música, leer sus letras y cantar sus coplas. Estoy seguro de que él no hubiera ido a su propio entierro y hubiera satirizado a plañideras y exégetas. No le gustaba el pueblo que se desbarata en la boda de un matavacas con la hija de una duquesa, así que dudo mucho que se hubiera sentido a gusto con tantos excesos. Ese era el verdadero Juan Carlos Aragón, lo que le convertía en un genio del carnaval, lo que le hará irrepetible porque ir a contramano siempre es difícil. Un nabo como la torre de preferencia.

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