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EL ALAMBIQUE

Luis Suárez / Ávila

Diego Catalán (IV)

S IN yo saber lo que hacía, por julio de 1958, recogí a Miguel Niño 'El Bengala', un gitano de Triana oriundo de El Puerto, mi primer romance. Luego vinieron Pepe Torre, más luego, José de los Reyes 'El Negro' y Alonso, Juana y Dolores los del Cepillo, El Cojo Pavón, Agujetas El Viejo, Geroma la del Planchero, Ramón Medrano...

En 1971, pude conectar esta tradición romancística de tipo épico e histórico con un casi desconocido Juan José Niño López, citado por Diego Catalán Menéndez-Pidal en una nota a pie de página, que resultó ser el mayor romancista del mundo hispánico. Juan José Niño era tío bisabuelo de Miguel Niño 'El Bengala', había nacido en El Puerto en 1859 y había sido encuestado por don Manuel Manrique de Lara, en 1916, junto a Joaquina Lérida, Rosario Vega, Joaquín Jiménez, Joaquín Bermúdez, Gabriel Monje 'El Nene' y otros de los que se desconocía que eran gitanos, de Triana y de Cádiz. Este fue el detonante de mi conocimiento de Diego. Se presentó en El Puerto ávido de conocer de primera mano todo ese caudal romancístico único que tenía guardado, por tradición oral, un núcleo muy selecto de gitanos portuenses. Y sólo la generosidad de los sabios se manifiesta en ocasiones como esa. Diego se emocionó al oír a mis gitanos. Salieron a relucir Bernardo del Carpio, el Cid, todo el ciclo carolingio e infinidad de romances sueltos, pero que tenían rareza y una venerable antigüedad. Diego, en lugar de apoderarse de los textos y músicas que yo había recogido, que muy bien pudo hacerlo, me formó para que yo pudiera tratarlos. Esa es la deuda impagable que tengo con Diego, además de otras muchas, como encomendarme organizar en El Puerto, en junio de 1987, el IV Coloquio Internacional del Romancero, invitarme a leer una ponencia y abrirme las puertas al conocimiento de Paul Bénichou, Guiseppe Di Stéfano, Braulio do Nascimento, Michele Debax, Antonio Sánchez Romeralo, Sam Armistead..., de todos sus et alt., como yo llamaba a Ana Valenciano, a Antonio Cid, a Flor Salazar, a Beatriz Mariscal... Diego, además, me abrió las puertas de su casa y de su corazón. Diego me hizo personilla en el mundo del Romancero y puso en valor todo el material que yo iba recogiendo. El Puerto comenzaba a sonar en el mundo mundial, como un centro romancístico de primer orden. Y eso, ahora y siempre, hay que decirlo y agradecérselo a Diego.

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