Cádiz es muchas veces una ciudad contrariada, una ciudad adversativa en la que proyectos e ideas sugerentes topan la mayoría de las veces con una conjunción que no es precisamente de astros y que responde a las iniciativas con lacónicos pero, sin embargo, no obstante... Así es: si se está a punto de aprobar el bono social eléctrico, se suelta un innecesario pero que frena la medida; si se avanza en la integración de una parte del puerto en la ciudad, se ponen trabas y sólo se conocen inconvenientes; si se propone tirar la Aduana para recuperar la visión de la antigua estación, la comisión de patrimonio protege el conjunto como si fuera el último grito arquitectónico; si el Carnaval triunfa en el Liceo, hay alguien que sólo ve defectos; si se apuesta por algún edificio vacío para darle un nuevo uso, nos perdemos en discusiones. Así no hay manera de avanzar. Debe ser el sino de Cádiz. Vaya, otro adversativo.
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