Aveces uno tiene ganas de hacer una confesión personal, íntima, profunda. No encuentro el adobo de mi vida. Lo digo así, con contundencia, sin disimulos. Hay cosas en las que es mejor no dar rodeos.

Fue en mi adolescencia. No recuerdo si en mesa o en barra. Iba con mis padres. Estaba en esa difícil rayita que separa la niñez de la pubertad. Ya me había enamorado por primera vez…de una niña majorete que salía en la cabalgata del primer domingo de Carnaval…ni los pasodobles de Antonio Martín me la quitaban de la cabeza.

Pedimos adobo. Mi padres sabían que si estaba Joselín eran fijos adobo y ensaladilla…era un niño coñacito. Había niños que quería ir todos los domingos a los coches choques. Yo exigía ir a Las Palomas a comerme una doble de merluza rebozá. Estaba acostumbrado al adobo en tajás. Así lo ponía mi líder espiritual, por entonces, el freidor de Las Flores. El camarero no se coló con el plato de tajás, sino con un plato de minúsculos daditos , como los del parchis, pero en adobo. Estaba desconcertado. Cuando llegaba la ración, incluso antes de que el camarero depositara la fuente en la mesa, yo ya había detectado donde estaba la más gorda y me tiraba a por ella con más estilo que Iker Casillas.

Aquel adobo a taquitos que se había inventado Gonzalo el del Faro cambiaría mi vida adobística para siempre. Ya el de Las Flores no era igual. Gonzalo me había descubierto el cazón sin hueso, una revolución igual que la que sentiría el primer hombre que probó una aceituna rellena de anchoas.

Como cualquier enamorado adolescente creo que hasta le escribí una poesía: "Te acercaste entre ajo y vinagre, salvaje de orégano y envuelta en un abrigo dorado. Quise ser minipico Yeye, por tal de compartir fuente contigo"

Desde entonces, nada ha sido igual. He probado miles de cazones pero ninguno ha sido como aquel. He tomado boquerones, merluzas, caballas, jurelitos, percas del nilo y hasta bistés de pollo, pero ninguno como aquellos daditos que un día tomé, no sé si en barra o en mesa, en El Faro de Gonzalo.

Lo he pedido en todos sitios…hasta en gastrobares… con la esperanza de enamorarme de nuevo, adobísticamente hablando, pero no ha sido posible. Incluso he viajado a otros lugares del Universo como Palma del Río o Utrera en su busca, pero no, ni si quiera en esos mundos lejanos apareció. Una vez, incluso, me lo pusieron en sushi,, pero eso es un momento que ni quiero recordar.

Ayudarme, por favor, decidme donde encontrar un buen cazón en adobo. De lo contrario tendré que concluir que es verdad, que el primer amor nunca se olvida…adobisticamente hablando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios