Puente de Ureña

El trastorno y la idea

Todo un arcoíris de mundos internos y dolorosos, emergen en la creatividad, en la literatura, en las artes, en medio de los poderosos ejércitos de los trastornos mentales

Diego de Torres Villarroel, que fue ermitaño, alquimista, matemático, soldado, torero, médico, sacerdote, astrólogo y adivino tras sufrir una depresión intensa, habló como escritor en su obra en los siguientes términos: "A los gritos interiores de la razón, nunca estuvieron sordos los oídos de mi ingenio, pero las destemplanzas de tu cerebro, la fiebre de mis pocos años y la epidemia del siglo, nos perdieron miserablemente la salud del juicio". Escribo esto porque parece de este siglo donde he leído con amenidad y placer Todos estamos algo trastornados, de mi admirado y querido profesor José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Cádiz. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, en Historia y Teoría del Arte por la Universidad Autónoma de Madrid y en Arte y Humanidades por la Universidad de Cádiz, entre otras muchas direcciones y empresas.

El estigma sobre los trastornos mentales tiene sus orígenes en antiguos prejuicios religiosos y sociales, escribe José Antonio en una serie de reflexiones muy claras y comunicativas para las personas que hemos sufrido tanto dolor, carencias, miedos, olvidos sanitarios y desasistencia de los políticos, que, en algunos momentos de nuestras vidas, todos hemos padecido, con mayor o menor intensidad: miedo, bloqueo, pérdida de memoria, respuestas incontroladas a ciertos estímulos, apatía, abatimiento, todo ello desde una sociedad amorfa y predadora de los pobres, atendidos por instituciones de caridad, a los que el dolor les apaga las miradas, las ganas de luchar contra los molinos de viento de las falsas promesas, la enfermedad, el desamparo y la soledad.

Destaca mi admirado amigo y profesor que en el fondo de las creaciones literarias laten proyectos de vida renovadores. Y a mí, que soy Quijotófilo, me despierta placer el capítulo donde reflexiona sobre los molinos de viento como personas encaramadas en las peanas del poder físico, económico o militar, gigantes que trituran con sus avaricias el trigo blanco de los valores humanos.

Todo un arcoíris de mundos internos y dolorosos, emergen en la creatividad, en la literatura, en las artes, en medio de los poderosos ejércitos de los trastornos mentales.

Torres Villarroel, Piscator, hablando de médicos y teólogos, afirma que todo es mentira. Que en el reino del hombre todos somos ignorantes del todo.

Por eso me emociona y me convence mi profesor amado, porque lucha en una sociedad desasistida y desasida por dar carta de naturaleza y cupo a las almas perdidas en su interior profundo, allí donde entre miedos almacenados queremos condensar rosas marchitas.

Torres Villarroel nostradameó a su manera sobre un futuro milenarista y horrible. Sobre las mismas ascuas, Todos estamos trastornados, busca una integración familiar, social, económica y laboral. Torres hablaba de obrilla melancólica al gusto pero útil al cuerpo y al alma. El profesor Hernández Guerrero mantiene la fe en un futuro social y a lo mejor más religioso que ahora. Al menos más culto y comprensivo.

La emoción es el agua que mantiene la vida.

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