A los amantes del respirar, a los adictos al experimentar, a los auténticos alucinados con el hecho de despertar cada mañana nos cuesta, incluso nos da algo de reparo, hablar a la ligera de un tema tan controvertido como la eutanasia. Los optimistas recalcitrantes (¿quién sabe qué adelanto tecnológico, qué super máquina o medicamento, puede traer el mañana?) pero defensores, siempre, del derecho del ser humano a decidir permanecemos atentos a los argumentos de un lado y de otro; escuchamos y nos rebelamos contra quien toma juicios a la ligera. Sinceramente, puede que me incline por no apoyar la obligación a vivir, siempre y cuando la persona que haya decidido abandonar este mundo esté en sus plenas facultades mentales; pero, sin embargo, no dejo de apreciar las repercusiones legales e, incluso, morales que conlleva el asunto. Por ello, y más que nunca, es necesario hablar y abrir el debate.

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