Análisis

Manolo Fossati

La fórmula del éxito

Implica al menos tanto gusto por el proceso de trabajo, sus complicaciones, sus problemas y sus soluciones

La Isla tiene en gente como Antonio Jiménez (premio AJE 2024, ver entrevista de ayer en este periódico) sus mejores patrimonios. No porque sean mejores o peores personas sino porque con su trabajo contribuyen, en lo que los desavisados llamarán 'modestas' maneras, a enriquecer la sociedad que le rodea. Y con nada más, y nada menos, que su idea, con el condimento añadido de talento y perseverancia, nos hace a todos más provechosos.

Es curioso ver con qué fórmula tan sencilla se consigue el éxito, siempre que este no se entienda inevitablemente como enriquecimiento inmediato y por lo tanto desmedido. Me viene también a la cabeza el caso, distinto pero no tan distante, de la papelería librería García Bozano, con cuya familia estamos celebrando estos días el centenario. Sorprende su longevidad en unos tiempos en los que lo común es que las generaciones nuevas no quieran heredar el negocio de sus padres, lo que lleva inevitablemente a la desaparición de establecimientos que forman parte de nuestras vidas, como si se nos fueran cayendo trozos del cuerpo.

Pensando en estos casos y tratando de averiguar por qué alguien joven, en este mundo actual que se les supone tan hostil, renuncia a hacerse cargo de un negocio asentado, me dio por pensar en que la razón es sencillamente que eso supondría dedicación, interés por la materia, gusto por lo bien hecho y, claro, una mijita de pasión. Ingredientes todos con más mala prensa que Pedro Sánchez, y que parecen pocos ante los modelos que hoy se venden como ideales, esos que se asemejan más a lo que vulgarmente llamamos 'pelotazo'.

La 'fórmula Bozano' o '… Jiménez' implica al menos tanto gusto por el proceso de trabajo, sus complicaciones, sus problemas y sus soluciones, el saber más que nadie sobre la materia que lleva aparejado, como por el resultado económico. Y añadiría que supone un sentido más humanista del esfuerzo porque lleva adjunta la satisfacción que, si no tuviéramos tanto pudor moderno, llamaríamos 'espiritual¡. Claro que eso requiere el tiempo, la paciencia y la sabiduría que adorna a los elegidos, siempre muchos menos que los llamados.

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