Fútbol El Cádiz CF, muy atento a una posible permanencia administrativa

El Alambique

Juan Clavero

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Se equivocaron de guerra

Los Estados llevan décadas fabricando armamento cada vez más sofisticado y mortífero, y preparando ejércitos para guerras imaginarias o reales; en todo caso, innecesarias. Guerras destinadas a potenciar la insaciable industria militar. Guerras que han provocado una destrucción sin límites de algunos países, con centenares de miles de muertos y millones de desplazados.

Y resulta que el enemigo no era el país vecino, ni otros ejércitos; las mayores amenazas que se ciernen sobre la Humanidad provienen de los diminutos virus y del cambio climático.

Y la pregunta lógica es, ¿por qué no nos hemos armado contra estos enemigos reales?

La pandemia nos cogió desprevenidos, pero era una amenaza advertida por los expertos. El cambio climático es un fenómeno anunciado desde hace décadas, que desgraciadamente ya está en marcha debido a la inacción de las grandes potencias mundiales.

Y medios hay. Con que sólo una mínima parte del colosal presupuesto mundial en armamento y guerras - ¡un 10% del PIB mundial! - se redirigiera a luchar contra el hambre, la miseria y el cambio climático, viviríamos mucho más seguros. Es cuestión de prioridades. Y en esto los sesudos estrategas políticos y militares no están muy acertados. Mientras que Trump firmaba multimillonarios contratos de armas con las dictaduras feudales de Extremo Oriente, el coronavirus atacaba a su país provocando cientos de miles de muertos, más que en la Segunda Guerra Mundial o en la de Vietnam. Y en esta guerra no valen ni portaaviones, ni submarinos nucleares ni misiles. Hace falta mucha inversión en investigación y un sólido sistema sanitario que atienda a toda la población. Con sólo la mitad del gasto en guerras cumpliríamos los objetivos del milenio de la ONU, erradicando el hambre del mundo e impidiendo el cambio climático.

El futuro puede ser apocalíptico, o no. Depende de las decisiones de los gobiernos y de los pueblos. Pero no nos queda mucho tiempo. Tenemos la obligación de dejar a las generaciones venideras un Planeta habitable, con recursos naturales que les permitan una vida digna. De lo que hagamos en esta década dependerá el porvenir de la Humanidad. Basta con invertir el dinero que gastamos en matarnos en garantizar el futuro de la vida en la Tierra. Es así de fácil.

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