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Los cines perdidos

Que hoy haya dos cines vivos en la ciudad, el Centro Plaza y Bahía Sur, es algo para aplaudirNo sé si durante un tiempo nos quedamos sin cine, pero fue una época de orfandad

Lleo con asombro en La Vanguardia del pasado viernes un reportaje sobre los cines perdidos en la ciudad de Barcelona en los últimos años. Son una barbaridad, muchísimos. Con nostalgia he recordado la clausura del Almirante, el Alameda, el Teatro de las Cortes, el Cine Salón… No sé si durante un tiempo nos quedamos sin cine pero fue, en el recuerdo, una época de orfandad. Eso sin hablar de los cines de verano, que fue muy doloroso, especialmente doloroso. Sobre todo por las noches que olían a jazmín en el Madariaga, o el aire fragante y húmedo de todos los demás, que eran bastantes. Que hoy haya dos cines vivos en la ciudad, en los complejos Centro Plaza y Bahía Sur, es algo para aplaudir, sobre todo por las salas Yelmo, magníficas, del complejo de Caño Herrera. De todos modos, no acabo de entender la política comercial de los cines en general. Mantienen los precios, sin otras oportunidades, para salas con dos o cuatro personas. Vamos, quien dice cuatro, dice ocho o dice dieciséis. A los efectos es lo mismo. Cuando un abono u otro procedimiento de abaratamiento y fidelización llenaría las salas o, al menos, las ocuparía más que esos días tristes de precio normal. En Bahía Sur, ahora, los martes, han puesto un precio popular para los mayores. Es un estímulo para que estos vean el cine en el cine, que es tan atractivo. Ahora, nada de abonos; nada de políticas de precios que lleven a las salas a los ciudadanos. Por eso, aunque me ha sorprendido, no me ha llamado demasiado la atención la página de La Vanguardia con decenas de círculos rojos sobre la trama de la ciudad: los cines desaparecidos. Está claro que se canta lo que se pierde (en este caso se cuenta). Ir al cine, ver el cine en el cine, es una señal de sociedad de bienestar pero las políticas de precios, y los precios mismos, hacen inviable a los clientes la tarde de cine, con las palomitas y la bebida burbujeante. En general, adolecemos de políticas de precios inteligentes. Es una especie de antes muerta que sencilla o que se fastidie el coronel que no como rancho. El aceite es lo último. Deseando estoy conocer los datos reales de la contracción del mercado del aceite de oliva. Si los ingresos han caído por causa de las cosechas, lo harán más aún por las ventas. Ahí estamos, los ciudadanos deberemos defendernos de los ataques, muchas veces tácticos, de las empresas. Aunque nos invada la nostalgia y echemos de menos aquellos días, los días que fueron, los días que sea. Algún día alguno recordará la calle Real rebosante de terrazas llenas de cervecitas y la tapa del día, generalmente una paella que salía a la una y media.

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