El Alambique
Rafael Morro
Cumplir en diciembre
Encallado sobre unos arrecifes traicioneros (Los Bajos del Picacho), el buque de bandera chipriota Weisshorn continúa deteriorando su chatarra frente a la playa en Punta Montijo, Chipiona.
Sus herrumbrosas cuadernas, se niegan a sumergirse definitivamente donde cientos de galeones duermen los milenios. En mi poder, una lista de 800 pecios hundidos entre Bonanza en el Golfo de Cádiz y la Bahía de Cádiz. En un fondo marino que guarda secretos, como ¿pudiera ser restos de la civilización perdida de Atlántida?.
El Weisshorn se hallaba fondeado una noche en el fondeadero de Chipiona, esperando marea para remontar la barra del río Guadalquivir. Procedía de Tailandia con destino Sevilla. En sus bodegas, transportaba 2.600 toneladas de arroz.
Presagio de temporal, el viento tensaba las cadenas de las anclas. El mar se encabritaba y la lluvia arreciaba. A bordo, sus 16 tripulantes mantenían el equilibrio a duras penas sobre cubierta. Era el 28 de marzo de 1990. Arreciaba un poniente de ¡sálvese quien pueda!, y el buque comenzó a garrear (en términos marinos, embarcación que pierde la sujeción de las anclas y se va al garete). De repente, en la oscuridad de la madrugada, saltan las cadenas liberando al buque que navega a la deriva. Hasta toparse con el Bajo del Picacho donde encallo.
De inmediato acude el Servicio de Salvamente Marítimo en rescate de la tripulación de 13 de sus 16 hombres, permaneciendo a bordo el capitán, el contramaestre y un marinero voluntario. El helicóptero Helimer Andalucía fue el encargado de trasladar a todos a tierra firme donde fueron alojados en una pensión en Chipiona.
Más tarde el capitán se reunió con ellos. Contramaestre y marineros, debo aclarar que, el arroz en contacto con líquido, agua, ‘se infla’. Se convierte en una masa compacta y endurecida al punto de solidificarse. Por lo que cuando una nave con cargamento de este cereal zozobra, se da por perdido. Se abandona el arroz a las ratas (existe otro ejemplar río Guadalquivir arriba). De ahí le viene el calificativo Barco de La’Ro, en nuestro léxico: “Estar más perdido que el barco de La’Ro” que representa a un individuo perdido en la vida...
Existen otros antecedentes. Como menciona Luis Palomino. En los años cuarenta de la postguerra, escaseaban los comestibles en España y se hablaba de que un buque que transportaba arroz, se hallaba en camino para contribuir a la lista de la cartilla de racionamiento. Por lo visto, este se hundió, porque nunca llego a su destino. Otra versión se refiere a lo que nos cuenta José Benavente. Sobre un barco del arroz, este fue un velero que zarpo de Sevilla río abajo con una respetable carga de arroz, con destino a Cádiz. Olvidaron cerrar una bodega y les sorprendió una fuerte tormenta; De esas que: llegan, empapan y huyen. Recibiendo el cargamento de arroz tal aluvión que produjo el hundimiento en pleno Guadalquivir.
De todos ellos, el más jocoso, sobre el que Ignacio Frías nos relata: El barco procedente de Argentina con cargamento de carne y arroz, obsequio de Eva Perón. Pero ocurrrió que, a la vista de El Puerto de Santa María el navío se fue a pique.
También existe aquel otro que procedió del puerto de Sevilla con las bodegas repletas de cereal recogido en las marismas para paliar la hambruna en Etiopía. Esta ‘nave fantasma’ nunca arribo en su destino.
Nuestro Barco La’Ro, El Weisshorn, está envejeciendo y en consecuencia, se está desmantelando. Se mojo el arroz y se fueron las ratas. Incluso sirvió de stop-over para ocultar alijos de drogas, trapicheos. Los peces encontraron cobijo para gozo de pescadores y forofos del selfish. Hoy día solo asoma entre las olas parte de la popa y de la proa a punto de desaparecer.
Descanse en paz. El Weisshorn siempre será nuestro Barco La’Ro.
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