La ira del tiburón y la tiburona, el despecho de quien ha sido abandonado por una tercera persona. Todo esto y mucho más se aprecia en la canción que ha revolucionado el pasado fin de semana. Me refiero a la de Shakira y Bizarrap, clara-mente. Una letra guasona y pegadiza, mala como ella misma, sobrada de reminiscencias del carnaval más cutre, en la que se lanzan invectivas contra Gerard Piqué, su novia y hasta la suegra de la cantante. Es un producto click-bait, una canción-trampa, más que protesta. Todo el mundo ha ido corriendo a escucharla e incluso ha obtenido un lugar preeminente en los informativos nacionales, como si fuera más importante el morbo de los cuernos de una famosa que la subida de los precios al consumo o la próxima ola de frío que ya está aquí.

Como esto es España la canción lleva en pocos días muchos millones de reproducciones en Spotify y de visualizaciones en Youtube, batiendo al parecer todos los récords. Y en su consecuencia, rápidamente nos hemos dividido en dos bandos encontrados: los que les parece fantástico, feminista y empoderador que la cantante colombiana le atice al ex-central del Barça por su infidelidad, y los pro-culés que aluden al bienestar de los hijos menores de edad del "matrimonio" Waka-waka, obligados a ver cómo sus padres se arrojan los trastos a la cabeza. Porque Piqué, como cualquier cuenta parodia de Twitter, no se ha cortado al contestar a su ex pareja burlándose de las rimas de la canción y utilizando un Twingo para desplazarse, probablemente en complot con la marca Renault, que como Casio, están disfrutando de una desmesurada publicidad gratuita.

Todo este circo ha sido analizado sesudamente por mentes pre-claras que han acudido a los poemas de Catulo, recordado las venganzas sonoras de Rocío Jurado o Adele, e incluso han tarareado la famosa Rata de dos patas que entonaba con desgarro Paquita la del Barrio. Por otro lado, siempre nos quedará el humor: los memes han sido inagotables, refrescantes y altamente divertidos, haciendo arder los WhatsApps de todo el orbe hispano.

Pero la realidad es mucho menos bucólica. Esto no va de una revancha, lógicamente. Tampoco estaba Shakira haciendo méritos para que la fichara El Selu de Cádiz para hacerle las letras a su chirigota. Su single resulta ser la mera utilización del morbo y la polémica para sacar pasta. ¿Para pagar a Hacienda? ¿Para evitar la cárcel? Probablemente sí. La ira de la tiburona monetiza a ritmo de trap, convirtiendo un tema pegadizo -que puede haber plagiado el de otra cantante, la venezolana Briella, como ésta ha denunciado en sus redes- en millones de euros y fama internacional, lo que implica la subida de los cachés y el mantenimiento de la popularidad y las invitaciones a eventos multitudinarios.

Tampoco debe sorprendernos si en breve se estrena una serie que documentalice la relación del machito español y la tiburona colombiana. La fórmula Tamara funciona y da pasta gansa: anuncio de boda, cuernos, ruptura y reconciliación en la segunda temporada. Puede que incluso esté patentada y registrada como modelo de negocio. Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan.

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