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Luis Bárcenas lo advirtió y ha cumplido su palabra, el muy Cabrón. Como el que cambia de cónyuge por uno más joven o menos Trump, tras contratar un nuevo abogado el ex tesorero del Partido Popular se ha sentido rejuvenecer, cuatro años después de que lo alejaran de las pistas de esquí y lo empadronaran en el trullo: un lugar donde hay nieve en polvo y refresca lo suyo, como en Sierra Nevada, y que permite a sus moradores pensar, estudiar y planificar al detalle sus futuros movimientos, peón cuatro reina y jaque pastor.

Bárcenas retorna al género epistolar y, cercano un San Valentín de muerte -como aquella infame película-, regala amor al juez competente y predeterminado por la ley buscando que lo tengan por arrepentido y coaccionado, que eso da puntos de las tapitas de los Yoplait para conseguir rebajar en dos o tres grados la condena que considera le va a caer. Y qué mejor forma de sincerarse hay que aprovechar el día en que sale a la luz la penúltima pijada de los Iglesias-Montero para atacar frontalmente a, ¿imaginan quién? ¡Premio!

Cuenta el ex tesorero con todo lujo de detalles el modus operandi que estilaba el PP para trincar manteca sin pasar por Hacienda, como un Rubius cualquiera. Habla de la grabación que una gaviota profunda le hizo a Álvaro Lapuerta, en la que éste confirma que el ex presidente Mariano Rajoy cobraba sobresueldos con cargo a la caja B del PP. Y afirma, además, que en 2009 mostró personalmente la documentación que lo probaba todo a Mariano, para sorpresa de éste que, en vez de pedirle fortaleza por mensajito de texto, le tomó el tochaco de papeles y lo convirtió en mágico confeti, papelillos y virutitas, por medio de una carnavalesca destructora de papel que trataría de evitar que los de Génova 13 acabaran deviniendo en una chirigota triste y mala de esas que no pasan de preliminares en el Teatro Falla.

En resumen, que si todo lo dicho es verdad, Mariano sería Eme Punto Rajoy, Bárcenas, Luis el Cabrón, y habría decidido hacer honor a su sobrenombre en venganza por el ingreso en prisión de Iglesias -de su esposa Rosalía, me refiero- tirando de la manta popular. Total, que yo no sé en qué porcentaje es verdad toda esta novela clásica de picaresca española, pero me solazo en pensar que alguien pueda escribir un thriller que desglose la caída del imperio popular que, a buen seguro, acabará con doble pirueta y tirabuzón.

Por lo pronto, tenemos al ex comisario Villarejo malito e ingresado en el Gregorio Marañón, con fuertes dolores de cabeza, visión doble, pérdida de movilidad del ojo izquierdo y desprendimiento del párpado del mismo lado, justo el día en que el Supremo manda a la venta del Nabo judicial su querella contra Iglesias -Pablo, esta vez- por el caso Dina. ¿Llegará vivo al juicio Villarejo? ¿Escuchará Bárcenas a Taburete? ¿Se desvelará el misterio de la identidad secreta de Eme Punto Rajoy? Deseando estoy que se estrena la siguiente temporada; estoy más enganchado que a Juego de Tronos. Así que no me hagan spoilers, se lo ruego, que pierdo los papeles.

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