El parqué
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En medio de la asfixia constante que está suponiéndole al gobierno el entramado de causas judiciales que cercan al sanchismo, éste ha encontrado en las presuntas tropelías de Montoro -uno de los tipos más odiados del PP en décadas- un respiro o, más aun, un medio para realzar la equivalencia de unos casos y otros en una balanza ficticia entre lo que hace mal uno y otro. Aparte, ese sujeto desabrido y sumamente desagradable, responsable de los trenes que no salen ni llegan a su hora, no para de atizar con cualquier motivo a todo lo que suene, huela o parezca popular, y le ha dado en estos últimos días por los estudios que desaparecen de los currículos.
Concretamente, del de Noelia Núñez, una joven de treinta y tres años que quiso engordar su formación universitaria pasando de dobles grados a algo mucho menor, los estudios de, que es un ave mitológica que representa haberse matriculado en algo, acudir a clases en alguna ocasión y haber aprobado, quizás algún examen. Tengo estudios de Derecho, Ciencias Políticas, Protocolo y Alta dirección de aeropuertos, luego soy la persona ideal para encabezar el ministerio de Agricultura, no sé si me explico.
En mi época existía la "Titulitis", que no era sino el deseo de alguno de hacer notar su sobrada y excelsa preparación universitaria y postuniversitaria. Se sumaban un par de licenciaturas con masters del universo y con ello tenías un curriculum vitae aplastante que te dotaba de preparación para lo que hiciera falta. ¡A sus órdenes, Mariano! ¡Digo, Pedro! ¡Digo, Fejióo!
Cuando empecé a ejercer la abogacía como pasante -tan jovencito- a finales de 2000 o principios de 2001 decidí dejarme la barba definitivamente porque me hacía parecer mayor e inspiraba más confianza en mis clientes. Es duro ser joven en un mundo de puretas que quieren que se les dé seguridad, dentro de la imposibilidad de seguridad que otorga un litigio. Imagino que en la política será algo parecido. Que una treintañera guapetona, con el pelo liso y rubio, ocupe puestos de importancia en un partido da lugar a comentarios malintencionados y chabacanos, producto, lógicamente, de nuestras mentes machistas y malpensadas. ¿Dónde va esa jovenzuela como directora de organización? A saber con quién se habrá acostado. Por eso, entiendo que haya quien engorde sus CV, para no dar pie a las maledicencias.
La joven diputada ha dimitido de sus cargos, intentando marcar distancias con el PSOE, un partido en el que no dimite nadie desde que le fue necesario el aforamiento a cierto dirigente extremeño. Eso está bien, si no fuera porque inmediatamente después Noelia Núñez fue fichada por Mediaset para incorporarla a su elenco de opinadores, una puerta giratoria con la que no contábamos.
En la carrera nos dijo un profesor que a la hora de entrar en EEUU se planteaba una serie de preguntas -"¿viene Vd a asesinar al presidente?"- y que si te cogían en una mentira al ser un documento oficial se te imputaba un delito federal de falso testimonio. Ese fue el motivo por el que se eliminó del formulario la pregunta de cuántos años tenía la persona que iba a acceder al país porque se descubrió que un alto porcentaje de mujeres eran reacias a confesar su verdadera edad, lo que las llevaba a la delincuencia federal.
En España hemos mentido en nuestros CV por encima de nuestras posibilidades, por eso no es de extrañar lo que encontramos en los resúmenes vitales de nuestros políticos, que no son sino los de nosotros mismos. Todos teníamos un nivel alto de inglés y bajo de francés, nuestra experiencia era mucho mayor de la real, y una mera práctica tenía consonancias de contrato de trabajo. Era algo socialmente aceptado, hasta el día de hoy. Pero hasta para mentir en el curriculum hay que tener arte. Si te pillaban, antes, no tenía por qué suponer que no te seleccionaran para un puesto de trabajo, pero, desde el suceso de Noelia, mientras desaparecen centenares de CV de las páginas web de los partidos y organismos oficiales, exagerar tu titulación es más grave que robar a un pobre.
Yo creo que no debemos ser tan duros con estas mentirijillas, que no son sino pecados de juventud como los del hijo lelo de Lalo, con estudios de ingeniero y sin conocer el principio de
Arquímedes. Si fuéramos más exigentes, probablemente nos quedaríamos sin políticos ni oposición. Y, la verdad, resulta muy complicado tener tiempo para sacarse una carrera o cursar másters mientras uno se dedica a jugar al Candy Crush en el Congreso de les Diputades, así que nada, dejemos que sigan mintiéndonos. Mejor con sus estudios que con otras cosas, ¿no? Pues no, la verdad. Que estos personajillos nos digan la verdad es lo mínimo a lo que tenemos derecho para respetarnos mínimamente como ciudadanos. He dicho.
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