Hoy llevo justamente una semana defendiendo una postura que, no siendo ni mejor ni peor que otras, debería ser respetada.

Después de disfrutar de la clase del maestro Ponce, de saborear a Morante con su capote y de ver a casi cámara lenta el toreo de Aguado, de verdad no sabía que al final iba a tener que coger yo también el capote y pegarle a más de uno un pasecito.

Como ya sabéis, la conversación pudo comenzar con los supuestos problemas de exceso de aforo que dicen que sufrió nuestra plaza, cosa que manifiestan más personas que no fueron, que las que estábamos allí.

Yo voy al aprovechamiento que se hace de un suceso como el anterior, para ir en contra de algo como es la Tauromaquia. ¿Perdona? ¿No estábamos hablando del Covid-19? ¡Ah vale, que ahora me estás hablando de maltrato animal y que los taurinos somos unos asesinos, anclados en una tradición retrógrada!

Como siempre pasa cada vez que hablo con personas así, la conversación deja de ser conversación, para dar paso a una imposición de ideales, que según ellos son los correctos.

De toda la vida han existido en general personas que ven bien algo y personas que opinan todo lo contrario, pero es verdad que existía algo que cada día se echa más en falta, como es el respeto, siendo este la base de la convivencia.

También existía más nivel cultural y cuando alguien acusaba de algo es porque mínimamente se había informado de la materia en cuestión o al menos de la fuente donde había bebido era una fuente seria. Ahora no, ahora nos creemos todo lo que leemos en cualquier plataforma, opinamos de todo, cuestionamos todo, nos tragamos todo lo que nos ponen por delante sin al menos contrastar la información y quizás para algunos que solo leen titulares, hoy quedaré como anti-taurino, siendo la verdad todo lo contrario.

Esto del rollo “progre” no hace más que dejar sin identidad a un país reconocido hasta el momento por sus tradiciones, ya que incluso se exportan y paisanos nuestros viven de ellas fuera de nuestras fronteras.

Hablando taurinamente, le quereis dar el “puntillazo” a parte de la cultura de España.

Ahora dime tú, ¿quién es el maltratador?

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