Ahora resulta que la gente echa de menos poder abrazarse. Ni que en Cádiz fuéramos de muchos abrazos. Sí somos de mucho golpecito en la espalda de esos que, de vez en cuando, más que saludar, joden. Somos más de darnos la mano al llegar a los sitios o de darle el besito de bienvenida o despedida al abuelo. Pero yo precisamente no echo de menos eso de los abrazos. De hecho no me gusta que me toquen demasiado, seré otro sieso como el compañero Fernando Santiago. Me amarga ya tanto decir que somos solidarios, que nos ayudamos los unos a los otros. Es lo lógico. Lo que no es lógico es darle unos eurillos a un pobre senegalés que anda el hombre por ahí medio tirado mientras se graba uno mismo con el móvil para subirlo del tirón a las redes. Me toca las narices tanta solidaridad y tanto selfie de los sanitarios y sanitarias a las puertas de la uci de los coronavirus. Sin duda soy un sieso o me ha cogido un mal día.

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