Algunos decían que siempre deberíamos estar en campaña electoral. No por las elecciones en sí, aunque pronto nos hemos olvidados de cuando no se podía votar, sino por la cantidad de inauguraciones que se producen en las ciudades durante este periodo. Las ciudades se convierten en un muestrario de obras, algunas se inaugurarán años después, otras no se llegan a realizar, pero otras si ven la luz al son de una música propagandística digna del mejor espectáculo circense. Era la denominada época del ladrillo, ahora del alquitrán. Por lo menos antes, ahora todo ha cambiado y ya las campañas electorales no son lo que eran.

Ya no vienen los líderes principales de los partidos a arropar a sus candidatos, unas veces porque no los hay, otras porque no lo merecen y otras porque esos líderes restarían votos en vez de sumarlos. Por eso los candidatos locales procuran poner el escudo de su partido al resguardo del cartel para que no sea observable fácilmente. Las municipales son otra cosa, se dice. Aquí cuenta mucho el candidato o candidata, la gestión realizada, la cercanía más que el programa electoral que no se lo leen ni los candidatos.

Las elecciones las pierde el que gobierna, no las gana la oposición. Y en nuestra ciudad, San Fernando, la oposición ha estado perdida, muy perdida, mientras que el gobierno ha estado diseñando un modelo de ciudad que ha logrado enganchar a los ciudadanos. ¿Qué este modelo no gusta a la oposición? Pues ha tenido tiempo para haber diseñado otro alternativo. Pero no lo conocemos, no sabemos si lo tienen guardado o no. Pero sí que los grandes proyectos de una ciudad, entiéndase la remodelación de la playa, el proyecto creado alrededor de Navantia, La Magdalena, o la Plaza del Rey, deberían pasar por un debate del Pleno para saber si la oposición, además de criticar dichos actos, tienen alguna alternativa para la ciudad. Y que, además, sería devolverle al pleno la importancia que se merece. Cuatro años para hacer críticas de baches o farolas apagadas es muy poco bagaje para lo que nos cuesta a los ciudadanos.

Mientras tanto, el Gobierno Municipal ha entrado en su papel de inauguraciones. Las últimas, el anuncio de la incorporación de algunas empresas al antiguo Janer y sobre todo la gran obra que viene a acompañar al monumental Ayuntamiento y que supondrá, sin duda, de gran importancia para el centro de la ciudad. Ponerles a las tapas de registro de dicha plaza la réplica de Carlos III significa no solo un merecido homenaje a este ilustre Rey al que tanto debe la ciudad, también significa que la ciudad empieza a reconocer su historia. Una historia que la próxima Delegación de Cultura que se forme debería tener más en cuenta. La ciudad tiene un gran pasado, más importante que el presente y se debe recuperar. La Isla Constitucional no puede recordarse un solo día del año. En este proyecto de ciudad debe tener cabida el Museo de la Constitución, es lo más importante que le ha sucedido a la ciudad y debería ser lo que nos identificara en el resto del país. Tenemos pendiente la celebración del día Mundial de la Libertad de Prensa en nuestra ciudad. ¿Qué tenemos que nos identifique como la ciudad donde se aprobó esta Ley? Pues nada.

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