Mientras escribo, cerca, muy cerca, del día señalado, aún el mismo no ha llegado, es más, cuando lean esto ni tan siquiera los hechos habrán sucedido. Hoy, cinco de enero, como solía ocurrir en todos los cinco de enero, sus Majestades se preparan, con la omnipresencia que les caracteriza, para aparecer en cada rincón de cualquier ciudad repartiendo ilusión.

Hoy, igual que cuando decidí no escribir un solo artículo criticando la ciudad, sigo mi propio ejemplo y dejo atrás el lenguaje fatídico, de mal fario; el lenguaje de aquella generación que, encerrada, perdió la ilusión y la libertad. Aún así, quién sabe qué ocurrirá hoy, lluvia, elementos, tremendismo o miedo. Y sin que tenga relación, me acuerdo de aquellos hermanos… les llamaban Trinidad, su forma de enfrentarse a los problemas era sencilla, y los golpes que daban eran pura coreografía, violenta y simpática, sin muertos, sin sangre, con la mano abierta, y dejando huella, como la que deja la vorágine de actos cargados de ilusión simpática.

Aquellos puñetazos eran naturales, no se veían forzados, fluían de las manos y los pies de una manera… natural. El Puerto, para muchos, muchísimos, vive como en aquellas películas, con un golpe, golpe de evento, natural y agradable. Como si de una película se tratase, vemos cabalgatas, gente bailando, alegría e ilusión… para algunos… para otros golpe tras golpe de inseguridad, irresponsabilidad, despilfarro.

La realidad es que es simplemente una demostración de que sí se puede, es como comparar una peli mala de chinos, con sangre con sabor a kétchup, con una de aquellos que llamaban Trinidad.

La conclusión simple, muy simple, es que aquellas películas se siguen viendo, distraen, ilusionan, y El Puerto, pase lo que pase, tardará mucho en olvidar, y al final, tendrá que intentar llegar al alto listón que hoy queda. No sé qué ocurrirá en las próximas horas, y no quiero vaticinar nada, pero no me cabe duda de que este año la Cabalgata de Reyes será fantástica y natural, como aquella película y su saga, y, sin dejar a nadie indiferente, recibirá un aluvión de críticas, con claro tinte de ridícula política destructiva, que terminarán como terminan los enemigos de los hermanos Trinidad… rodando por los suelos de forma simpática y natural. Feliz día de Reyes.

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