Terrorífico no es que se sustituya una tradición religiosa de respeto a la muerte por una fiesta de acento anglosajón y olor a dinero. Terrorífico no es ponerse cuernos de plástico, ni pintarse sangre en la ropa, ni vestirse como un muerto viviente andrajoso. Terrorífico no es ponerse hasta las orejas de caramelos drácula, gominolas con forma de cucaracha o salchichas con colmillos. Terrorífico no es pasar la noche viendo películas de vísceras ni cogerse una cogorza tamaño jueves de feria. Ni siquiera es terrorífico que vuelquen contenedores o lancen huevos de gallina sin fecundar contra escaparates y casapuertas.
Terrorífico es el centro de El Puerto. Terroríficas son las tasas de desempleo y la renta per cápita. Terrorífico es que le peguen una paliza a una persona menor de edad por su aspecto, por su forma de ser o por lo que pase por su cabeza. Terroríficos son los comentarios de las noticias. Terrorífico es el odio que emana de las redes sociales y se expande como una niebla con viento de poniente.
La fiesta que estamos viviendo este largo fin de semana no es terrorífica. No. El terror está ahí fuera todo el maldito año para mucha gente. Y seguro que no lo disfrutan.
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