Inútiles, o psicópatas narcisistas. Créanme. Nos mienten, nos camelan, nos llevan al huerto, para anularnos la voluntad y triangularnos con aliados inimaginables para los que votamos (¿votamos?) otra cosa. Nos gobiernan y les dejamos. Lo tengo cada vez más claro, perdónenme. Y no porque sea una aficionada a leer al doctor Iñaki Piñuel, y veo majaretas por todos lados. Es que si trazáramos el perfil psicológico a fondo, y conste que soy neófita en el tema, de los que deben velar por nosotros y no lo hacen, nos moriríamos de miedo, si es que no estamos aterrorizados ya. Pero claro, el contacto cero nos lo hacen ellos a nosotros, ignorándonos completamente. Ah, y el virus, se me olvidaba. Y las cifras que bailan al son que más calienta, y esta angustia que ya nos abre las costuras por donde se cuela la desesperación. ¿No les pasa a ustedes? ¿No les dan ganas de ser negacionistas a pesar de haber perdido a algún ser querido en la UCI? Me refiero a renunciar a ellos, pues creo que es de libro este maltrato al que nos someten, pero no de libro de Historia, qué va. Antes éramos más valientes o menos prudentes. En mi ánimo no está el instigar, promover la cólera, pero sí pretendo fomentar la lectura y el pensamiento. En este país ni unos ni otros se mueven para devolvernos al equilibrio. Pero se vacunan los primeros, eso sí. Y pronto hará un año del comienzo de la perplejidad absoluta y de mi animadversión a los bizcochos y al Dúo Dinámico que no tiene culpa de nada. Tenemos que soportar el caos asistiendo atónitos al desastre del que nos informan sobradamente las noticias. Lloro ante la desinformación generalizada y la irresponsabilidad. ¿O es que ustedes saben realmente de protocolos, dónde y cómo y cuándo hacerse una prueba en condiciones, del modo en que realizar una cuarentena, de si tienen derecho a autoconfinarse, de si les castigarán por decidir no llevar a los hijos al centro educativo por aquello que los hijos son del Estado y no de sus progenitores, que no tienen ni voz ni voto? Temo que se haga crónica la crispación que noto a diario. Esta fatiga que sentimos mientras solo existe Madrid y su nieve y sus datos y su macro hospital en el que no se come bien. Servidora ya empieza a cansarse del Sálvame político, del boicot contra Ayuso a quien tampoco defiendo, conste, de las calladas por respuesta o las mentiras de Sánchez, de Illa el que huye, del moñete de Iglesias y de los golpes de pecho del barbas que monta a caballo encantado de conocerse. Harta del Rubius, y eso que no tenía ni idea de sus existencia. Ah, por cierto, el pequeño Nicolás sigue vivo. Lo indico por lo vemos también en el candelero para añadir confusión. Es lo malo, que más confusión es imposible ahora. Psicópatas, caraduras, ladrones de almas, mediocres en pedestales y silencio en todas partes menos en las discotecas regentadas por delincuentes a las que van los hijos de los muchos descerebrados de mi quinta. En fin. Siento el tono de este artículo. Es lo que nos queda, el desahogo. Me tengo que relajar y hacer un bizcocho, mientras no me arrastre al fondo la tercera ola.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios