Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Hace justo tres meses me tocó de suplente en una mesa electoral. Me levanté a las siete de la mañana, un domingo, y después de pasar el día anterior de celebración por mi cumpleaños. Pero oye, sin queja, que la democracia bien merece un madrugón.

A la misma hora se levantaron mis vecinos, y antes de las ocho ya estaban todos los titulares para constituir la mesa y que los suplentes nos pudiéramos ir de vuelta a casa. Ellos se quedaron comprobando DNI tras DNI, diciendo ‘vota’, tachando nombres y contando papeletas. Pero la democracia bien merece este tiempo y esfuerzo.

Regresé poco después, para ejercer mi derecho. Como yo, casi el 76% de personas en edad de hacerlo se tomaron la molestia de ir, elegir una papeleta y esperar si era necesario para depositar su voto. Algunos iban convencidos, ilusionados; pero muchos otros lo hicieron desganados, por despecho, hastiados, confusos… pero la democracia bien merece que nos traguemos algunas contradicciones.

Todos hicimos nuestra tarea, menos quienes tenían que hacerla. Tres meses después han querido resolverlo todo en dos días de negociaciones exprés, como el mal estudiante que hasta la noche antes del examen no se pone en serio. Lo malo es que aquí somos todos los que nos quedamos con la asignatura pendiente para septiembre, también los que hicimos la tarea a tiempo. Y después de lo visto, parece que la recuperación está complicada y nos va a tocar a todos repetir curso, sin saber siquiera en qué hemos fallado: ¿hemos votado mal, acaso?

Una espera de su clase política que quiera salir de las urnas reforzada, con una alta participación que respalde sus acciones. Pero la estrategia parece otra. Ganar por agotamiento. Llevarnos una y otra vez a votar hasta que desistamos, hastiados.

Yo me conozco y si se repiten elecciones, después de despotricar un rato y criticar la falta de nivel de nuestros líderes, acabaré votando, porque me puede la responsabilidad y el temor de que mi opinión no se tenga en cuenta. Me tocará ceder a mis dudas, otorgar un margen de confianza, pensar a medio plazo y olvidar el cabreo que tendré si me toca votar un domingo más. En definitiva, hacer política, ya que otros no están dispuestos.

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